Servir, es la identidad del discípulo

«Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.” Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: “De qué discutíais por el camino?”. Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, y llamó a los Doce, y les dijo: “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”…» (Marcos 9,30-37).

 

La sociedad que vivimos nos enseña que solo vale el que más tiene, que se valoran las cosas por sus dimensiones, no por su calidad interna. Con la expresión del Evangelio de este domingo: “servidor de todos”, Jesús da la clave de la jerarquía de valores en el dinamismo del Reinado de Dios. Jesús sigue instruyendo a los doce y hoy a nosotros, para que comprendamos el sentido de la misión. Pero, fijémonos ¿qué lógica humana es capaz de asumir que “quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos”? Éste es el centro del mensaje de Jesús en este domingo. Frente a las aspiraciones de grandezas, manifestadas por los doce como expresión de los anhelos más profundos del ser humano, el mensaje de Jesús sigue provocando incomprensión y temor. Las dos partes de este evangelio van íntimamente unidas: en la primera aparece en forma de anuncio la proclamación esencial del mensaje cristiano, las palabras relativas a la entrega de Jesús, a su muerte y resurrección, en la segunda, la aplicación concreta de ese mismo misterio a la vida de los discípulos. La identidad y el destino del discípulo son idénticos a los de Jesús.

El cambio de mentalidad que debe efectuarse en los discípulos debe nacer de la comprensión de la identidad y de la misión de Jesús, y para ello tienen que hacer un gran esfuerzo. Los seguidores de Jesús han de cambiar su mundo de valores por la propuesta de Jesús, que no es otra que la de poner en el centro de la vida a los últimos de la sociedad y, desde ahí, estar dispuesto a ser el último de todos desarrollando una vocación eminente de servicio fiel y desinteresado a los demás, sin excluir nunca a nadie. Ésta es la misión de todos los miembros de la Iglesia y particularmente de los discípulos y discípulas del seguimiento radical.

El mundo fraterno, propio del Reino de Dios, según la Buena Noticia de Jesús comienza a realizarse, sobre todo, desde abajo, desde los últimos y excluidos, pero también desde todas aquellas personas que, por amor a los últimos y a favor de ellos, cada día concentran su atención y su vida en los pobres hasta llegar a vivir y hacerse pobres como ellos, movidos por la solidaridad progresiva y liberadora que emana del encuentro con el Señor Jesús. La llamada de Jesús es a vivir con toda libertad una vida de servicio a los últimos, a los pobres y marginados del mundo. Así comenzaba una nueva fraternidad humana regulada por vínculos horizontales de igualdad y de amor frente a las relaciones verticales de dominación, ambición y de poder. La generación de este estilo de nuevas relaciones de fraternidad constituía una alternativa evidente al sistema de valores tradicionales de la vida social.

Para ello Jesús hizo desde el primer momento una llamada apremiante a sus discípulos más próximos y les invitó a vivir una radicalidad profética como la suya, desde la automarginalidad social inherente a su actividad itinerante, el desprendimiento de los bienes, su mensaje profético y el celibato como forma de vida. A los pobres y a los discípulos, a los “últimos” del sistema de valores de este mundo, Jesús los hizo “primeros” en el origen de su nueva humanidad. Poner a los últimos de en el primer plano de la atención es el comienzo de una nueva realidad para todos, pues cuando los últimos tengan reconocidos sus derechos y atendidas sus necesidades fundamentales, entonces los tendrán todos. Y ése es sin duda el principio de otro mundo posible. Comprender este mensaje es entrar en la auténtica sabiduría y tener la capacidad para ser mensajeros en el mundo de los nuevos criterios del Evangelio.

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