La Nación
Macondo para nuestros niños y jóvenes 1 19 septiembre, 2024
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Macondo para nuestros niños y jóvenes

Macondo para nuestros niños y jóvenes 7 19 septiembre, 2024
“Debemos encontrar los espacios para enseñarles a nuestros niños y jóvenes ese mágico mundo que Gabriel García Márquez creó para nuestro propio deleite” Foto AFP
Las letras y las obras de Gabriel García Márquez deben de contribuir a la formación de niños y jóvenes.

Por estos días el mundo entero lamenta la partida del maestro de las letras, aquel que dio inmortalidad a un pueblo y a unos personajes que bien podrían ubicarse en cualquier rincón de América Latina. El único premio Nobel colombiano, Gabriel García Márquez, nos ha dejado no solo un gigantesco legado literario sino también un mundo propio al cual podemos acceder todos: ricos y pobres, colombianos y extranjeros, niños y adultos. Sin embargo, me pregunto cuántos hemos aceptado la invitación a ese mundo macondiano. ¿Hemos los colombianos vivido la intensidad del realismo mágico que el Nobel nos ofreció durante más de 50 años? ¿Son sus novelas y cuentos parte del repertorio de lectura y análisis literarios en las escuelas hoy?
Un reportaje de un noticiero colombiano desveló en cierta medida las posibles respuestas a los anteriores interrogantes. A varios estudiantes de un colegio distrital de Bogotá, el cual lleva precisamente el nombre del escritor en referencia, les preguntaron si sabían quién era Gabriel García Márquez y sus respuestas mostraron un asombroso desconocimiento de quién puede ser el colombiano más conocido en muchos países del mundo. Más de tres estudiantes manifestaron no saber quién era, otra estudiante lo definió como un pintor, como el autor del cuento El Rin Rin Renacuajo, y otro como el fundador del colegio. ¿Serán estos casos de ignorancia aislados o podríamos obtener similares respuestas si la encuesta se replicara en otras instituciones educativas del país?

Al parecer, la triste partida de nuestro añorado escritor pone en relieve interrogantes importantes del proceso de formación académica de nuestros niños y jóvenes. Por ejemplo, ¿habrán quedado las historias de Santiago Nasar, Aureliano Buendía, Florentino Ariza, la Cándida Eréndira o la Nena Daconte relegadas a lecturas obligatorias del bachillerato en las últimas décadas del siglo XX? ¿Desconocer a Gabo y sus creaciones no significaría desconocer gran parte de nuestra propia cultura? ¿No encontrar las razones culturales y anecdóticas para trabajar la obra de Gabo constituiría un fallido intento para motivar a nuestros chicos a convertirse algún día, por qué no, en un exitoso escritor?

Gabo nos enseñó que uno debe escribir lo que quiera, lo que piensa y como lo sienta, sin que nadie le diga como lo tiene que hacer. Tanto así que él mismo manifestaba temor de releer sus novelas, quizás por la tentación de ceder ante su inagotable creatividad y así terminar enmendando, agregando y siempre reinventándose.

La inesperada partida de nuestro Nobel, pues nunca se esperó a pesar de sus quebrantos de salud, debe empujarnos a todos, especialmente a los adultos, a explotar la riqueza literaria que Gabo nos ha heredado a través de la narración y la enseñanza, no necesariamente dentro de un salón de clases sino también a modo de relatos informales, incluso con los más pequeños antes de dormir (se me vienen a la cabeza en este instante los cuentos “La Luz es como el agua” y “Un día de estos”).

La literatura no se hizo solo para los adultos, mucho menos la de García Márquez. La literatura se hizo para que grandes y pequeños podamos navegar en lo más profundo de lo irreal y lo fantasioso, pero también de lo científico, de lo político, de los mundano y lo religioso. Debemos los padres y los docentes encontrar los espacios para enseñarles a nuestros niños y jóvenes ese mágico mundo que Gabriel García Márquez, ningún pintor ni fundador de colegios, sino el mejor escritor colombiano y uno de los mejores de la literatura hispana de todos los tiempos, creó para nuestro propio deleite. No permitamos que las puertas de nuestras casas ni de nuestros centros educativos se cierren a Macondo y su gente, lo cual no es más que la representación real y mágica de nuestra propia historia.