Las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela han entrado en un callejón sin salida. Washington ha condicionado el levantamiento de sanciones al gobierno de Nicolás Maduro a la celebración de elecciones libres y justas. La reciente elección, en la que Maduro no ha mostrado las actas de su victoria, ha llevado a casi toda la comunidad internacional a reconocer la victoria del candidato opositor, Edmundo González Urrutia.
Estados Unidos y Venezuela llevan años enredados en una negociación que, por ahora, no les ha llevado a ninguna parte. Washington ha condicionado el levantamiento de las sanciones impuestas al Gobierno chavista a la celebración de unas elecciones libres y justas en las que la oposición tuviera opciones reales de poner un presidente, entra otras exigencias. Hace un año, representantes de una y otra administración se reunieron en secreto en Qatar y diseñaron una hoja de ruta que debía aclarar el panorama político a estas alturas, con un ganador y un perdedor después de la votación, que ambas partes reconocieran los resultados y que se recuperara poco a poco una normalidad democrática que sacara al país de la conflictividad en la que está inmerso al menos desde 2017, cuando Maduro vivió una crisis de legitimidad y se expandieron las protestas en la calle.
La realidad es que la situación ha empeorado. Maduro vive su mayor crisis de legitimidad, lo contrario de lo que se buscaba a estas alturas. El chavismo aceptó el reto de Estados Unidos porque estaba convencido de que nadie podía vencerles en el terreno electoral, sobre todo si lograban sacar del tablero a María Corina Machado, la líder de la oposición. Desde la época de Hugo Chávez, la llamada revolución bolivariana ha desplegado por toda la nación unas redes clientelares que le aseguran la movilización de seguidores y sus familiares. Superado el proceso electoral, el Gobierno de Joe Biden se vería en la obligación de levantar las sanciones, sobre todo las del petróleo, las que más afectan la economía venezolana.
Sin actas
Sin embargo, Maduro no ha podido demostrar su victoria en las urnas el 28 de julio. Aunque lo exige la ley, el Consejo Nacional Electoral (CNE), el ente plebiscitario en manos del chavismo, no ha mostrado las actas, donde vienen reflejados los resultados por centros de votación. La oposición ha publicado las que sus voluntarios recopilaron a lo largo del país, y en ellas el candidato que sustituyó a Machado, el diplomático y escritor Edmundo González Urrutia, vence por una gran diferencia a Maduro. El empeño en ocultar la documentación ha llevado a que casi toda la comunidad internacional dé por hecha la victoria del opositor. Países con presidentes afines ideológicamente, como México, Colombia y Brasil, también desconfían abiertamente del triunfo chavista.
Distracción
En una jugada de distracción, el presidente venezolano le pidió al Tribunal Superior de Justicia (TSJ) que validara las actas y decretara un vencedor. El TSJ, presidido por una burócrata chavista, le otorgó la victoria a Maduro, para sorpresa de nadie. El tribunal difundió unas imágenes en las que se veía a unos peritos, enfundados con guantes, mascarillas y batas de plástico, inspeccionar las actas con linternas. Recordaba a una escena de CSI, una serie sobre un equipo de investigación forense. Analizadas las imágenes por los medios venezolanos, se ha descubierto que los peritos eran en realidad funcionarios chavistas del propio CNE. O sea que los investigadores eran los propios investigados.
Sanciones incrementadas
Lejos de levantarse, las sanciones estadounidenses se han incrementado y ahora alcanzan a funcionarios del CNE y el TSJ, a los que Washington considera cómplices del fraude electoral. También se extienden a los cargos militares, de inteligencia y gubernamentales responsables de intensificar la represión a través de la intimidación, las detenciones indiscriminadas y la censura a raíz del revés de Maduro en las urnas, según ha anunciado el Departamento del Tesoro. Estados Unidos siente que Maduro ha faltado a su palabra al no permitir una transición y devolver la institucionalidad a unos cauces democráticos equiparables a los de los países vecinos. El chavismo ha respondido con dureza a las imposiciones de EE UU y acusa a ese país de no cumplir con lo acordado en Qatar, que a la vez derivó en una firma en Barbados. La postura del Gobierno venezolano es que las elecciones han sido transparentes, como le reclamaban, a pesar de todas las evidencias y hasta el sentido común de que sin las actas no resulta nada creíble investir a Maduro.
Situación delicada
¿Colocan en una situación muy delicada las sanciones al chavismo? Sin duda, merman por completo sus ingresos como Gobierno y les hace vivir en la más absoluta precariedad. Para hacerse una idea, los ingresos del Estado venezolano han caído en un 90% en los últimos años. Sin embargo, Maduro y sus operadores políticos han sobrevivido a esta situación, mal que bien, y la que se van a encontrar a partir de ahora se antoja incluso más dura. La gente que rodea a Maduro han demostrado ser resistentes como rocas, maratonianos del conflicto, y a diario se enzarzan en guerras verbales a los que ven como sus enemigos. Personajes como Diosdado Cabello, considerado número dos del régimen y ahora ministro, lleva desde la época de Chávez, de quien fue amigo de armas, lanzando invectivas, descalificaciones y difamaciones a todo el que se cruza en su camino. Así día a día, con una persistencia antológica.