De acuerdo con la normatividad vigente en Colombia, la gestión integral del riesgo contra incendios, los preparativos y atención de rescates en todas sus modalidades y la atención de incidentes con materiales peligrosos, están a cargo de los cuerpos bomberiles y para todos sus efectos, constituyen un servicio público esencial a cargo del Estado. Y es deber del Estado asegurar su prestación eficiente a todos los habitantes del territorio nacional, en forma directa a través de Cuerpos de Bomberos Oficiales, Voluntarios y aeronáuticos.
La normatividad también señala que los entes territoriales deben garantizar la inclusión de políticas, estrategias, programas, proyectos y la cofinanciación para la gestión integral del riesgo contra incendios en +los instrumentos de planificación territorial e inversión pública.
La ley es sumamente clara a la hora de asignar responsabilidades en materia de gestión integral del riesgo. Aun así, los alcaldes, con contadas excepciones, optan por restarle importancia a la prevención y atención de desastres, viéndose reflejando en los presupuestos municipales.
Ha habido casos en los que los mandatarios terminan ‘agarrados’ con los bomberos de sus pueblos, dejándolos sin el suministro de combustible o los elementos esenciales para atender las emergencias. Increíblemente, algunos alcaldes terminan ‘desquitándose’ con ellos porque no recibieron su apoyo en campaña.
Estas reflexiones son válidas a propósito de la racha de incendios forestales y estructurales que azota por estos días al departamento del Huila. Y todos hemos sido testigos de la labor titánica de los bomberos, que en algunos casos, ‘con las uñas’, han tenido que atender varias conflagraciones al mismo tiempo. Vimos, por ejemplo, cómo en Neiva bomberos rescataron a un grupo de adultos mayores para evitar que fuera afectado por el humo proveniente de un incendio forestal en la vía a Aipe. También vimos el esfuerzo sobrehumano para apagar los incendios en Palermo.
Hoy más que nunca necesitamos cuerpos de bomberos fortalecidos, con las herramientas suficientes para atender incendios y otras emergencias. Pero para ello es indispensable que los alcaldes se desprendan de sus egos y nimiedades y entiendan la función vital que cumplen en las regiones.