Pasan por una grave crisis los diálogos de paz que el Gobierno de Gustavo Petro emprendió desde hace cerca de dos años con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, Eln. Por un lado, un Gobierno tendiendo su mano generosa a través de la política de ‘Paz total’ y, por el otro, una organización ilegalmente armada desaprovechando una oportunidad histórica de alcanzar un acuerdo de reconciliación nacional.
Muchos colombianos estaban ilusionados con que la última guerrilla en armas en Colombia entendiera el contexto actual y avanzara sin titubeos ni dilaciones en una salida negociada. Hasta el propio presidente Gustavo Petro ‘alimentó’ la esperanza cuando en campaña dijo textualmente que a los tres meses de llegar él a la Casa de Nariño el Eln desaparecería como grupo armado.
Sin embargo, las cosas no fueron tan fáciles. A pesar de que las delegaciones tanto del Gobierno Petro como del Eln han sostenido varios encuentros en los países de Venezuela, México y Cuba, las negociaciones nunca avanzaron. Mientras tanto, la guerrilla del Eln no paró con sus acciones delictivas en varias regiones del país y, por el contrario, las intensificó durante los últimos meses ejecutando secuestros, ataques contra policías y militares, extorsiones, confinamientos, quema de vehículos y atentados contra la infraestructura de petróleo y gas del país. El demencial ataque de esta semana contra una base militar en Puerto Jordán, departamento de Arauca, que dejó uniformados muertos y heridos, llevó a que el presidente Petro dijera: “Prácticamente, es una acción que cierra un proceso de paz con sangre”.
Aunque las puertas del diálogo nunca deben ser cerradas y la salida pacífica de un conflicto será siempre bienvenida, hoy más que nunca urge que cualquier negociación de paz que desarrolle el Gobierno se desarrolle con reglas y tiempos definidos.