Incitatus y otros animales con poder

Calígula, el tercer emperador romano, es recordado por sus excesos y su inestabilidad mental, siendo famoso por nombrar a su caballo Incitatus como cónsul, un acto que refleja su desequilibrio. Este tipo de desatinos al parecer se están replicando en la realidad colombiana, donde los constantes nombramientos y destituciones en el gobierno parecen un espectáculo absurdo y cómico muy al estilo de  los discursos de Petro, llenos de fantasía e incoherencia.

Recientemente, denuncié en la plenaria del Senado la ineptitud del Ministerio del Interior y la desconexión entre el actual titular y su antecesor. Esta ruptura administrativa ha llevado al incumplimiento de compromisos con la Dirección Nacional de Bomberos, resultando en la acumulación de implementos para emergencias sin entregar a los más de 20,000 bomberos del país, quienes atienden emergencias con recursos limitados, prácticamente con las uñas.

Colombia enfrenta uno de sus peores escenarios climáticos, con inundaciones en el norte, incendios forestales en varios departamentos y la peor crisis hídrica en 25 años. En este contexto, un cuerpo de bomberos bien equipado es más crucial que nunca. Sin embargo, el abandono institucional que sufren nuestros héroes es un resultado de lo que nosotros denominamos “Petroceso”.

He expresado mi apoyo a esta noble labor, por eso el pasado 11 de septiembre, radicamos el proyecto de ley número 231 de 2024  Senado, que busca reconocer a quienes protegen la vida de los colombianos y resaltar las necesidades de la institución. A pesar de ello, en lugar de proporcionar los recursos necesarios, nuestros bomberos deben enfrentar emergencias con medios insuficientes, mientras los equipos esenciales permanecen almacenados.

Es vital que no cesemos en nuestra exigencia de que los responsables de esta ineficaz gestión rindan cuentas ante los entes de control. La falta de atención a las necesidades de los cuerpos de emergencia no es solo un fallo administrativo, sino una amenaza a la vida de miles de colombianos. Debemos demandar un compromiso real del gobierno que reconozca y respete la labor de quienes arriesgan su vida por la población.

En un país con un clima cada vez más adverso, es esencial que nuestras instituciones estén preparadas para enfrentar los desafíos futuros. La historia de Incitatus debe servirnos de lección: el poder no puede ser otorgado a quienes carecen de la capacidad de actuar en beneficio del pueblo, no podemos poner simplemente a cualquier animal en el poder. Si permitimos que decisiones irresponsables dominen la gestión pública, corremos el riesgo de convertirnos en meros espectadores de nuestra propia tragedia.

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