La Nación
El buen decir y el vocabulario 1 21 septiembre, 2024
INVESTIGACIÓN

El buen decir y el vocabulario

El lenguaje es dinámico y evidencia el pensamiento y las prácticas culturales. En medio de tantas afanes, un paseo entre los vericuetos de algunos términos del Tolima Grande.

 Olmedo Polanco

 La mayoría de la juventud actual mide el tiempo en ‘doritos’, lo que les gusta es una ‘chimba’ y a lo extraordinario lo llaman con el nombre de una infección bacteriana que se transmite a través de las relaciones sexuales sin protección. Pagan las cuentas con ‘barras’, y entre amistades se llaman ‘güevón’ o ‘parce’.

‘Marica’ no es una ofensa y utilizan el término como un sustantivo que no determina la orientación sexual. ‘Rumbiarse’ es el acto de besarse sin que haya relación amorosa. A la mujer que viste mal le llaman ‘guisa’, y designan ‘grilla’ a la dama fácil. Si quieren poner a prueba la tolerancia de su contradictor emplean el término ‘pirobo’ y si no le gusta, pues ‘paila’.

En contraste, los mayores de 50 años que habitan esta región, estarán ‘turulecos’ con el lenguaje de los jóvenes hasta el punto de ‘embejucarse’ a causa de su vocabulario. ¡Buen primor!, dirán. Los ‘güipas’ les retarán sus castos oídos cada vez que escuchan una enunciación que no les parecerá ‘bacana’. ¡Chámbilo! y cómo ha cambiado el lenguaje de la radio, sobre todo en las mañanas. Parecen programas hechos por ‘chorotes’ (groseros).

El buen decir y el vocabulario 7 21 septiembre, 2024
Néstor Luis Garrido, escritor y periodista venezolano. “Parecemos la misma nación en dos estados diferentes. ¡Qué impresión!”, comenta al detenerse en nuestro lenguaje del Tolima Grande. Fotografía: Anthony Camargo/Espacio Anna Frank.
Días de verano intenso

Estamos ‘achajuanados’ (abochornados) por el intenso calor. Lo más seguro es que nos ‘achilemos’ (venir a menos) porque las temperaturas no nos dejan dormir (pegar ojo) a pierna suelta. Despertamos sobresaltados y empapados en sudor. Algunos reposarán ‘viringos’ (desnudos, pelados, empelotados). De madrugada -aún ‘zurumbáticos’- los más ‘jechos’ calzarán ‘quimbas’ o ‘arrastraderas’ para ir a por agua fría que calme el ‘sofoco’. Echarán de menos el ‘oco’ (totumo alargado con forma de botella). A propósito, aquí les va una copla popular: “Anoche en un fandango/ sucedió una tentación:/ se perdieron tres arepas,/ unas quimbas y un bordón”

Desde la cuna de Don Andrés Bello

Con respecto al lenguaje y sus dinámicas sociales, hace ocho días platicamos con Néstor Luis Garrido. Está afincado en Caracas (Venezuela) y dirige el Instituto Panhispánico del Español global y Venezuela hispanista. “Que los idiomas evolucionan y se van adaptando a los nuevos tiempos es una verdad incontrovertible”, advierte. Néstor Luis se desempeñó como profesor (1995 a 2015) en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello, en las áreas de Periodismo, redacción periodística y producción editorial.

Al profesor Garrido le encantan las achiras mojadas en ‘surumba’. Le comento que el tubérculo de donde se extrae la fécula tiene hojas grandes de hasta dos palmos de largo. Son bizcochos de tierra caliente, inicialmente famosos en Potrerillos y Altamira, complemento.

Carlos Z. Bolaños Pazos, es ingeniero de sistemas y reside por estos días en Pitalito. En los meses de la pandemia provocada por el Covid-19, volvió sobre la novela La Vorágine de José Eustasio Rivera. “Me impactó saber que hace un siglo, Rivera utilizara un vocabulario tan exquisito”. Bolaños, nacido en Piendamó (Cauca), complementa su apreciación: “Los lenguajes de las nuevas tecnologías nos han desplazado expresiones tan llenas de sentido y de significados que desafortunadamente no utilizamos”. Bolaños elaboró a mano alzada un diccionario con las palabras que aprendió luego de leer La Vorágine.

De hecho, una hermosa descripción de un incidente narrado en la obra literaria de Rivera, respecto de un incendio y que incluye términos castizos: “La lengua del fósforo hizo vibrar los flecos de la palmicha, abriéndose en ola sonante que llenó la comarca de resplandores cárdenos. Al momento, el platanal, chamuscado, aflojó las hojas y las chispas multiplicaron el estrago en la cocina y el caney. A la manera de la víbora mapanare, que vuelve los colmillos contra la cola, la llamarada se retorcía sobre sí misma, ahumando la limpidez de la noche, y empezó a disparar bombas en la llanura, donde el viento -aliado luciferino- le prestó sus alas a la candela”. (Biblioteca Nacional de Colombia. Biblioteca Básica de Cultura Colombiana. Selección de publicaciones digitales. 2019. Rivera Salas, José Eustasio. La Vorágine. Páginas 128-129).

Si por allá llueve, por aquí no escampa

‘Endenantes’ anuncié que había conversado con el profesor Néstor Luis Garrido. “El impacto de la televisión y sus maneras de narrar impuso palabras y homogeneizó el acento, que se fue imponiendo a las variantes locales, de manera imperceptible, desde los centros de poder”, asegura.  Refiere los dramatizados y los telenoticieros. “Como resultado, tenemos una comunicación pública llena de gazapos y de comodines, y la mayoría de las veces con una pronunciación afectada para dar la impresión de modernidad y sofisticación”. Garrido, estudió Comunicación Social, además de Periodismo digital. Refiere que: “Los programas televisivos de entretenimiento y la publicidad, están plagados de anglicismos, barbarismos y un catálogo amplio y variado de necedades”.

Por cierto, en la ferretería de Willy, sobre la Carrera primera del barrio Santa Inés (Neiva), un maestro de obra pregunta cuántas ‘lucas’ cuesta el kilo de cemento blanco. En el negocio de enseguida tienen amplificada la emisora Mix. El animador trata de ‘parce’ y de ‘parcero’ al oyente que reporta sintonía desde el municipio de Isnos (Sur de Huila). Es más, dice Garrido: Los animadores de la televisión y de la radio: “…acuden a un vocabulario caracterizado por el frenesí de usar los prefijos híper, súper, recontra, mega y macro”.

El buen decir y el vocabulario 8 21 septiembre, 2024
Venta de arepas en el mercado de El Espinal (Tolima). Archivo: Diccionario indio del Gran Tolima. Ramírez Sendoya, Pedro José. 1952.
Las voces comunes

Con referencia a los prefijos, Ramírez Sendoya, asegura que: “Si el Kechua y el Páez se disputan en el Huila la primacía de su toponimia, en el Tolima se enseñorea a todo lo largo y ancho la lengua Karibe, con alguna intrusión chibcha…” (Ramírez Sendoya, Pedro José. Diccionario indio del Gran Tolima. Estudio Lingüístico y Etnográfico. Editorial Minerva Ltda. Bogotá, 1952).

El verano ha impactado los territorios. No corren los ríos ‘aguatudos’ (crecidos) buscando al Magdalena. En consecuencia, las señoras no pueden salir a paseos de ollas y vestir ‘anacos’ o ‘chingues’ (trajes de baño) que podrían resaltar sus contornos físicos a pesar de las miradas machistas de los ‘guaches’ (personas groseras) pasados de ‘guarilacos’ o ‘guandolos’ (aguardientes).

“En los intermedios y en los chapoteos que levantan muselinas de agua y chorrear de cabelleras blondas o endrinas y el jugar del viento con los anacos (…) venía la copita de mistela de ruda o de mejorana, custodiada por regimientos de bizcochuelos y arepillas de achira (Manrique, Ramón. La Venturosa. Editorial Diente de León. 2017. Página 135).

En invierno, en cambio, cuando las aguas bajan paramunas y los bañistas se atreven a zambullirse, podrían exclamar ‘achuchuca’ o ‘achuchuy’; hasta se ‘amanchinan’ (amanceban)  las parejas en las riberas. Una copla popular dice en sutil doble sentido: “De mi tierra me sacaron/sin deber ningún delito;/por una papaya biche,/que picó mi animalito”.

El machete afilado en el ‘achu’ (piedra de moler). Los hombres con ‘baquía’ (destreza, habilidad), buscarán en las orillas las ramas secas de ‘cámbulos’ para aprontar el fogón. Tendrán cuidado con el ‘carate’, y si lo encuentran pasarán frente al arbusto haciendo la señal de la santa cruz para evitar el ‘carranchín’. Ellos demostrarán ‘cañaña’ (fuerza), no se admite ‘cañengos’ (flojos) y ellas desplegarán los saberes culinarios que pondrán a punto de hervores las ‘gumarras’ (gallinas), los ‘cachacos’ o ‘popochos’ (plátanos) y las auyamas.

La sal será medida por ‘puchos’ y sólo una mujer se encargará de probar el ingrediente. El ritual termina compartiendo la responsabilidad de la dosificación de la sal con otro hombre, preferiblemente el novio o el esposo. Es una ‘minga’ (convite de trabajo y paseo). ¡Joche. Joche!, hay que espantar a los perros finqueros para que no se arrimen tanto a las ollas.

Está prohibido hacerse el ‘chay’ (desprecio). Antes de servir el almuerzo despistarán el hambre con ‘girres’ (bizcochos hechos con huevos, maíz y manteca). Las músicas salidas de un aparato importado de China hará alumbrar una Usb y alentará la ‘guachafita’. ‘Guarrús’ para la sed de los ‘güipas o ‘pipiolos’ que estarán lejos de las ‘naguas’ de sus madres’. Les darán ‘ñapa’ si se portan bien; sino, tendrán su ‘quiñe’ (castigo en la cabeza con el nudillo del dedo corazón).

Si queda para el ‘calentao’; con sancocho y un ‘pite’ de ‘bilancha’ (trozo de carne), mermará la ‘rasca’ provocada por el exceso de alcohol. No saldrán ‘chagüetos’ (torcidos) ni ‘chonetos’ del paseo hasta el camino principal.

Los tizones han quedado apagados para evitar el ‘odeo’ (quema). No será ningún ‘pereque’. Claro que si alguno de los comensales ha estado enfermo de ‘seca’ (dolor en los ganglios inguinales), el ‘taita’ lo llevará a la sombra de un samán para que se haga el ‘soroco’ (tonto) y orine sobre las brasas y cure su maluquera. A veces un ‘tanganazo’ (golpe) provoca infección en una herida y produce fiebre y la consecuente ‘seca’. Saber de ‘tegua’ (médico tradicional). ¡Pere tantico!, dirá la madre. Este ‘guámbito’ parece timbico’, exclamará mientras le limpia la cara con el borde de su delantal.

Si de ‘chiripa’ queda comida, se empacará el fiambre en hojas de ‘bijao’, amarradas con ‘cabuyas’ y empacadas en ‘jigras’ (mochilas); no serán ‘chichiguas’. Algunas parejas retornarán ‘cereques’ de amor (atontadas) y sus ‘corotos’ más livianos. Otra copla popular: “Cuando la perica quiere/que el perico la entretenga,/le pone una cabuyita/de modo que vaya y venga”.

Al final del convite 

Ramírez Sendoya ha caracterizado a las comunidades tradicionales de Tolima y Huila así: “…con la tenacidad del vasco y la pereza del andaluz, la severidad del castellano y la sencillez del gallego. Porque de todo tenemos”. Finalmente, reclama más compromiso por parte de los investigadores de las Ciencias Sociales: “…los estudios de lenguas indígenas, en otro tiempo florecientes, languidecen hoy en un melancólico desamparo”.