La Nación
La paz total: otra vez el ELN pateando la mesa 1 23 septiembre, 2024
COLUMNISTAS

La paz total: otra vez el ELN pateando la mesa

El reciente ataque terrorista en Puerto Jordán, Arauca, que cobró la vida de tres uniformados y dejó más de 25 heridos, ha llevado a un punto crítico los diálogos de paz que el ELN mantenía con el Gobierno del presidente Gustavo Petro. Estas acciones son un recordatorio fehaciente de la persistente violencia en Colombia y una bofetada a la esperanza de una paz total que el Presidente ha intentado construir.

La iniciativa de “paz total” nació como un faro de esperanza, un intento por ampliar los acuerdos con las extintas Farc y establecer una justicia restaurativa capaz de sanar las heridas de un país desgarrado. Sin embargo, aquellos a quienes se les extendió la mano generosamente, han sido los primeros en patear la mesa: torpeza política y revelación de sus verdaderos propósitos.

El ELN, con su actitud desafiante y soberbia, no solo traiciona el espíritu del diálogo, sino también a las miles de víctimas que anhelan un futuro sin miedo. Parecería absurdo interpretar este acto terrorista como un mero hecho provocador o un intento de medir fuerzas con el Estado para presionar al Gobierno hacia mayores garantías para el grupo guerrillero. Sin embargo, todo parece confirmar esta lectura, pretendiendo evidenciar su poderío de autoridad en Arauca.

Sin arrepentimiento, no hay perdón; sin perdón, no hay reconciliación; y sin reconciliación, los diálogos son meras ilusiones, incapaces de dar frutos hacia la paz. Este grupo ha olvidado que el verdadero camino hacia la paz comienza con la humildad de reconocer los errores del pasado y la voluntad de enmendar. Al rechazar la mano extendida del Gobierno, el ELN demuestra el propósito de mantenerse aún más en la arrogancia que, según la tradición cristiana, se considera un pecado contra el Espíritu, inspirador del perdón.

Este ataque es un claro rechazo a cualquier intento genuino de reconciliación. Este comportamiento no solo frustra a un Gobierno que busca hacer las cosas de manera diferente; también deshonra la memoria de aquellos, como los sacerdotes Manuel Pérez y Camilo Torres, que soñaron con una Colombia en paz cimentada en justicia social.  Ellos comprendieron que la verdadera transformación requiere un proceso de arrepentimiento y perdón, algo que el ELN parece ignorar en su búsqueda de demostración de poderío.

La paz total no es un capricho, es un imperativo nacional. Se le han establecido fundamentos claros: el cumplimiento de los acuerdos de paz, la negociación con el ELN y el sometimiento de las disidencias de las Farc, y de todo grupo violento; todo con un enfoque territorial concentrado en las víctimas y buscando restaurar el tejido social desgarrado por años de conflicto. Sin embargo, el ELN ha demostrado que su verdadero interés no radica en el diálogo, sino en mantener su poderío militar y sus maniobras extorsivas, hundiéndonos en un ciclo de violencia que parece no tener fin.

Es indignante ver cómo el ELN, en lugar de aprovechar la oportunidad de un gobierno progresista, elige el camino de la guerra. ¿Por qué, en lugar de buscar un entendimiento, optan por patear la mano extendida que les ofrece el Gobierno? Su arrogancia perpetúa el sufrimiento de millones de colombianos y demuestra un profundo desprecio por el perdón necesario para la reconciliación.

Es hora de que la sociedad rodee al presidente Petro y reafirme su compromiso con la paz. El ofrecimiento de la paz total no es un acto de ingenuidad; es una puesta de acuerdo que exige coraje y determinación. La lucha por la paz total sigue siendo el objetivo primordial de nuestra nación, pero el Gobierno no puede ser un “idiota útil e ingenuo” para quienes quieren continuar alimentando el conflicto.

La paz total es posible, pero depende de nuestra capacidad para enfrentar la prepotencia del ELN y de los otros grupos armados. Sin el arrepentimiento que conduce al perdón, y sin el perdón que allana el camino hacia la reconciliación, cualquier diálogo será solo un eco vacío. No dejemos que la esperanza se desvanezca. La paz debe ser el legado que dejemos a las futuras generaciones ¡La paz total es también nuestro derecho!