El dicho popular con el que título este artículo, como casi todos los dichos populares, tiene un fondo filosófico profundo. Un mal conduce a otro y a otro, formando cadenas. El Huila, junto a Tolima, Cauca y Nariño, con el avance del cambio climático y la profundización de los calores sofocantes diarios que ya pasan de los 40 grados de temperatura en las horas de mayor bochorno, han generado una serie catastrófica de incendios en áreas rurales de esta región, cuyos más afectados han sido los campesinos en las zonas de deflagración.
Estamos hablando de la región del Macizo Colombiano, donde nacen las tres grandes cordilleras colombianas, cinco de sus más caudalosos ríos (Magdalena, Cauca, Patía, Putumayo y Caquetá), con 362 lagunas y 13 páramos. Mirando esto entenderemos que es el gran reservorio y fábrica de agua del país y, por eso, la Unesco lo clasificó como reserva de la biosfera. Los incendios de los días anteriores destruyeron bosque tropical, pastizales y cultivos en extensión superior a las 18.000 hectáreas. Su recuperación no será ni rápida ni fácil, más tratándose de una región con una pobreza monetaria cercana al 42% y cuya principal economía es la agropecuaria.
A las graves deflagraciones, producto del calentamiento global, que ya suman 23 gigantescos incendios, debemos agregar la violencia fratricida agenciada por grupos demenciales como las disidencias de Iván Mordisco, el ELN, el Clan del Golfo y la delincuencia común que, abusando de la pobreza campesina de esta región, quieren convertirla en su centro principal de negocios ilícitos como la producción de alucinógenos y la minería depredadora de la naturaleza.
Por si esto fuera poco, el santanderismo que persiste en las altas esferas de nuestra rama judicial contribuye con sus fallos apegados estrictamente a la norma y con muy bajo análisis de las consecuencias sociológicas y económicas de sus decisiones, a generar situaciones que se pueden convertir en trampas contra el desarrollo regional. Es lo que podría suceder con la decisión del Tribunal Administrativo del Huila de ordenar la destrucción en las termales de Rivera de las instalaciones turísticas privadas y públicas, que diversas empresas han construido en la zona de ronda de las quebradas Agua Caliente, El Salado, El Piñal y La Manga.
Estadísticas oficiales indican que alrededor de 130.000 turistas visitaron las termales de Rivera el año anterior. En torno a este importante número de visitantes se ha desarrollado la hotelería, la gastronomía y la repostería, que serían profundamente afectados al cerrarse las termales. Con el desarrollo de la ingeniería, no es necesario salir de las zonas de ronda para prevenir desastres, accidentes y contaminación, tal como se hace en casi todos los lugares del mundo en materia de termalismo.