La Nación
Juan David Huertas Ramos
COLUMNISTAS OPINIÓN

Ya no más parlanchines

De cara a las elecciones de 2026, el país debe reconocer que no necesitamos más parlanchines. Los asuntos estratégicos del Estado y los problemas del país no se resuelven con brillantes discursos, suponiendo que estos sean inteligentísimos, y mucho menos si las alocuciones son delirantes, embusteras e instigadoras de odio. Por demás, Colombia no necesita candidatos que se jacten de ser extraordinarios oradores, considerando estúpidamente que esto los hace merecedores de la dignidad presidencial. El país necesita personas capaces, con demostrada experiencia y cuya trayectoria de vida sea intachable (Incluso la de sus padres).

El asunto es que el país no está bien. La inseguridad ha crecido de forma aterradora, sólo a la par de la criminalidad, del narcotráfico, la violencia y la corrupción. Por su parte, la economía ha sido gravemente afectada toda vez que los sectores clave, como el de petrolero e hidrocarburos, fueron atacados con la alucinación progresista de la comercialización de aguacates. Asimismo, la institucionalidad también se ha visto resquebrajada principalmente porque desde el ejecutivo se ha librado una guerra contra todo tipo de acciones que, en derecho, corrigen sus decisiones por ser inconstitucionales, ilegales, o improcedentes. Adicionalmente, el hostigamiento que sufren los medios de comunicación de parte del ejecutivo, con todo tipo de ataques verbales y descalificaciones que incitan la violencia, es constante. Como puede suponerse, esto genera mucho ruido en el mercado porque contribuye a la incertidumbre, y, por tanto, afecta la inversión privada. Esa que genera empleo y riqueza. Una parte de la opinión pública advierte con preocupación las condiciones psíquicas y emocionales de Petro toda vez que cuando ataca a sus opositores, pareciese que se atacara a sí mismo, y cuando no es así, los vacíos lógicos preocupan aún más.

El país debe empezar a valorar de mejor manera los datos y los hechos, antes que las suposiciones y los relatos. Por ello, es importante que el país reconozca que sus problemas no se resuelven con demagogia. Se requiere capacidad de gestión de aquellos que aspiren administrar los asuntos públicos desde la máxima dignidad del Estado. Aún más importante, se requiere que los candidatos sean legítimos para aspirar al solio presidencial en virtud de su trayectoria de vida. Pues, infelizmente, en la Colombia actual, aquellos que han cometido crímenes brutales y que han sido parte de grupos terroristas de diferente índole, son los mismos que hablan de paz y amor, lo que significa un intento por imponer una realidad psicopática: lo malo tiene justificaciones altruistas y hasta morales, lo que convierte a los malos en buenos.

El país necesita y merece buenos gestores, y ya no más parlanchines. Basta ya del delirio de reformarlo todo.  Enfoquémonos en lo verdaderamente importante, y concentremos esfuerzos en derrotar electoralmente el proyecto de miseria que se nos quiere imponer, con el que podríamos perder incluso nuestras libertades.