La Nación
¿Por qué Petro odia a la prensa? 1 6 octubre, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

¿Por qué Petro odia a la prensa?

La semana pasada, Petro arremetió contra los medios de comunicación tildándolos (palabras más, palabras menos) de “narco prensa”. Desafortunadamente, este ataque no es un hecho aislado y casual. La virulenta conducta tiene una explicación.

“Periodismo Mossad” (según su antisemitismo, prensa criminal), “Muñecas de la mafia”, “Narco prensa”; son epítetos con los cuales, Petro califica recurrentemente a la prensa de oposición. Ahora señala a algunos periodistas de actuar bajo “perfidia y sevicia”; posiblemente, se refiere a María Jimena Duzán o Daniel Coronel y aquellos que lo ridiculizan tal como lo hace, semanalmente, Daniel Samper Ospina.

Lo anteriormente citado, prueba de manera irrefutable que el hombre del M-19 viene hostigando a la prensa de manera burda, sistemática e irresponsable. De seguir así, estaría abriendo un peligrosísimo paréntesis a la democracia para que, sobre los resortes de la censura, el totalitarismo se instaure en Colombia.

Así, los golpes propinados a la prensa se explican únicamente porque encuentra en la prensa el contrapoder al que muchos parlamentarios han renunciado por estar muy ocupados alrededor del “barril de los puercos” que les ha tirado esta Administración por Sobresaltos. Obviamente, a muchos de los que tilda aparentemente de perfidia como a Duzán, Coronel y Samper son periodistas que nunca se atreverían a criticar a Petro como sí lo hicieron contra los presidentes Uribe o Duque, en su momento.

Este asedio a la prensa viene acompañado de dos componentes: la victimización y el llamado a sus huestes para movilizar una autodefensa. El objetivo: subvertir la realidad y aniquilar la verdad.

Decir que solo a él lo han criticado por la manera en que lo hacen o que no lo quieren dejar gobernar, es una mentira porque precisamente no hay gobierno ya que Petro no tiene la menor idea de cómo formar un gobierno a escala nacional. Por eso, necesita a sus milicias digitales y a unos sectores en las calles movilizándose violentamente para legitimar lo que de suyo es ilegítimo por origen.

Y con respecto de la crítica, se atreve a decir implícitamente que otros presidentes contaron con el apoyo y beneplácito de la prensa; ya dirá que tal como lo hizo, por ejemplo, Félix de Bedout en tiempos de la Seguridad Democrática. “Uma piada sem graça” como dicen en Brasil porque cualquier ciudadano, en pleno uso de sus facultades mentales, reconocerá el altísimo costo (incluso personal) que ha pagado el presidente Uribe por haber golpeado a la guerrilla militarmente como nunca había sido golpeada gracias al legado del presidente Pastrana y su Plan Colombia. En esto, Petro insiste en “resignificar los hechos”; es decir, en subvertir la historia y triturar la verdad.

Y a pesar de la hostilidad de la gran prensa bogotana (aceitada en la oscuridad por Juan Manuel Santos), Uribe nunca se ha victimizado y ha asumido con virilidad y estoicismo el costo por confrontar directamente a toda la guerrillerada colombiana.

De tal suerte, Petro quiere encubrir que sus amigos y primos hermanos de lucha armada -las FARC- atacaron con cohetes, el 7 de agosto de 2002, al presidente que se posesionaba en ese entonces. Algo parecido sucedió cuando Pablo Escobar y el M-19 atacaron al Palacio de Justicia, según estos, para someter a juicio político al presidente Betancur y de paso a su hermano, el magistrado Jaime Betancur Cuartas. Esta macabra página de la historia es la que quiere romantizar toda la izquierda colombiana que legitima el narcoterrorismo solo por venir de las filas de la guerrilla.

Hace pocas horas, Petro ha ido a la Asamblea General de la ONU para decir que “los dueños de los medios de comunicación son los que ocultan la verdad de la ciencia -cosa debatible- (…) y deciden qué se piensa, qué se dice y qué debe ser prohibido o silenciado. En su poder de prohibición y censura gritan: ¡viva la libertad, carajo!”

Extraña afirmación porque el presidente Javier Milei no es dueño de ningún medio de comunicación. Sin embargo, esta es una buena muestra para que la comunidad internacional vaya tomando nota de la manera en que Petro agrede sistemáticamente a la prensa democrática porque nunca se arrodillaría ante el brutal grito de: ¡viva el M-19, carajo!