De falsas noticias, de bodegas y bodeguitas en Neiva (primera parte)

Partamos de la sobredosis de información que nos consume; del silencio y hasta la inexistencia de la conciencia crítica. Cada uno de nosotros tiene ahora acceso a fuentes de información consistente con nuestra ignorancia, coincidente con nuestros prejuicios previos, por eso, nada cuestionamos, ya no distinguimos entre información buena, falsa y engañosa.

Por otro lado, es posible que cada político y cada ciudadano tenga sus pecadillos y sus secretos. En esta sociedad en crisis arrecia la envidia y la competencia de intereses contrapuestos y en materia de información se ha regularizado de forma natural, la post verdad. Desde hace algunos años, cuando se dio el inusitado surgimiento del poderío de las redes, también las cooptamos para prostituirlas, también promovimos su utilización como instrumentos de venganza, de persecución y de competencia para encauzar la energía de los envidiosos, para atacar a los opositores y su contraparte, para atacar las iniciativas del Gobierno y de unos y otros para el desprestigio mutuo.

Las bodegas y muchos productores de contenido se han vuelto “instrumentos vivientes pagos” de la nómina de intereses contrapuestos.  En medio de todos ellos, las víctimas reales han sido la profesión periodística y la verdad, pero sobre todo los derechos al buen nombre de algunos, la dignidad de muchos y el tejido social cada vez más roto y escindido para todos.

Así, entre publicación y publicación de las redes sociales, la realidad social se va tornando irreconciliable; vamos consolidando la sociedad de la transparencia, la sociedad líquida en la que detrás de cada uno se desdibujan los seres humanos para dar paso a simples intereses económicos y egoístas. Cada proyecto político se monta ahora a partir de un insumo imprescindible: las bodegas, sus managers propagandísticos que esperan que cada like sea un “amen digital” y cada seguidor se convierta en aplauso y votos.

Eso sí, es innegable que, gracias a las redes y a nuestra avidez de comunicación y preferencia morbosa por el chisme, hoy seamos una sociedad más transparente ya que entre el cielo y la tierra no hay nada que pueda escapar a la visibilidad de las redes sociales.  Sin embargo, tal visibilidad, y tal derecho a la libertad de prensa tiene incitas unas limitaciones: cuando se trata de hacer prevalecer la libertad de prensa sobre el buen nombre y la privacidad de los ciudadanos, la ponderación exige que, al divulgar información, los medios verifiquen su veracidad y el interés público involucrado.

Si la información toca la vida privada o aspectos íntimos de una persona sin relevancia para la sociedad, prevalece la protección al buen nombre. Cuando se trata de personas públicas o temas de interés general, la libertad de prensa puede prevalecer, siempre que se mantenga la exactitud, la veracidad y el respeto por la honra. Por favor, nuevos influencers, neófitos comunicadores sociales, sus páginas cargadas de fakes news terminan siendo instrumentos de violencia en una sociedad cada vez más imposible de armonizar en sus intereses y diferencias.

Sus actos bárbaros de desinformación, de mentiras y falsedades son susceptibles de ser demandadas por calumnias e injurias; si toda su pretendida transparencia de comunicadores se reduce a la necesidad de facturación por hacerse virales, que también conozcan las consecuencias de abusar del derecho de información. Ojalá que los demanden y le metan la mano al bolsillo para reparar a sus víctimas. Tomemos medidas contra los extorsionadores por información.

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