También la prensa regional está cooptada por los grupos económicos y por los grupos políticos. Hoy es impensable iniciar cualquier empresa política o cualquier candidatura sin planear y presupuestar un plan de medios basado sobre todo en intervención en las redes sociales. Ya los periódicos en franca decadencia han dejado de generar opinión, ya no tienen la influencia política y social que solían tener.
Tengo muy poca certeza en que este artículo de 450 palabras sea leído por la pereza facilista de la presente generación. Los medios y los periodistas que no irrumpa en las redes, que no se conviertan en youtubers, que no hagan Facebook -live, que no aparezcan en X o que no tengan el poder económico para llegar a miles de pantallas de los celulares, no existen. Los fines políticos y económicos optaron por la manipulación mediática de la opinión pública para obtener dinero, buena fama para sí y propaganda negra para los enemigos.
Si hacemos el análisis sobre la evolución próxima del poder de la prensa en la región, encontraríamos que la prensa regional ya hace unos cincuenta años comenzó a descentralizarse para que en lo regional hubiera áulicos e imitadores de buenas empresas que producían buenas ganancias. Antes de los actuales diarios hubo revistas, semanarios y hasta volantes culturales, políticos con logro y con mérito, es innegable.
Cuando sólo se habían consolidado en el nivel nacional, El Tiempo, El Espectador, El País y El Nuevo Siglo, aparecen a finales de los ochenta y comienzos del 90 el boom de la prensa masiva regional: para nuestro caso, prestos a explotar el mundo comercial y la opinión con el fin de conseguir el favor del Estado territorial con contratos y pautas; habían nacido lavadores de imagen y perpetradores de mala fama de acuerdo con la pertenencia a un partido o una ideología.
Aparecieron el Diario del Huila y la Nación. Tales periódicos comenzaron teniendo algo más que los diarios, semanarios o revistas locales desde comienzos del siglo XX; aquellos eran más tertulias y espacios culturales y políticos, generadores de noticias y relatores de los hechos relevantes de la región “que no pretendían sobre todo quitar o poner alcaldes y gobernadores”.
Es curioso que más que el ejercicio de la libertad de prensa, siempre la creación de los medios estuvo rodeada de intereses económicos y políticos. El Diario del Huila y la Nación se convirtieron en una empresa más, dentro de algún pequeño emporio; sus periodistas y reporteros sólo fueron empleados que publicaban lo que el poder económico y político de turno les permitía. El primero de ellos siempre de talante conservador, fue mucho más directo defensor del partido conservador y los intereses de la familia Duque y Ospina. Debo reconocer que la Nación se mostró mucho más independiente y menos tendenciosa.
El periodismo de investigación imparcial siempre fue la excepción, los denunciantes de la corrupción sólo se acordaban de su oficio cuando se acercaban los finales de los periodos de alcaldes y gobernadores. Sólo denunciaban a políticos en decadencia o sin dinero y solo desde la trinchera provisionalmente ocupada por la oposición. Acentuada la decadencia de la prensa a través de periódicos y televisión hicieron irrupción los blogueros, los youtubers y los influencers, y con ellos las tácticas de defensa y ataques a través de bodegas, personajes sin rostro, confabuladores, des -prestigiadores profesionales, promotores de mentiras, atacantes o defensores en manada.
De esta especie, los mayores propulsores impunes de noticias falsas, la reencarnación descarada de los intereses políticos y económicos es de la que pretendemos escribir en la próxima columna de La Nación.