La violencia pasa por un nuevo ‘pico’ en el Huila. A los hostigamientos contra las estaciones de Policía de San Luis, zona rural de Neiva, y del municipio de Teruel, en plena celebración del 20 de Julio, se sumó ayer la masacre de cinco personas perpetrada en Hobo, en el centro del departamento.
Los episodios vistos de manera integral corroboran una vez más el mal momento por el que pasa la seguridad de la región y al mismo tiempo, dejan en evidencia el terreno conquistado por los grupos ilegalmente armados. Los huilenses han sido testigos casi que en tiempo real que no ha sido solo eso. Homicidios selectivos, asesinatos de uniformados, ataques contra unidades militares, quema de vehículos, ‘carnetización’ extorsiones, petardos contra el comercio organizado, desplazamientos forzados, reclutamiento ilegal de menores de edad, entre otros, hacen parte de la cadena de hechos que tienen en zozobra a los habitantes del departamento.
Y era obvio que todo esto iba a pasar. Las disidencias de las Farc tuvieron finales de 2022, todo el 2023 y parte de este 2024 para fortalecerse en el Huila. El mismo Gobierno de Gustavo Petro ha reconocido que este grupo autodenominado Estado Mayor Central se ‘aprovechó’ de la ‘Paz total’ para expandirse. Lamentablemente, este reconocimiento tardío le está causando muertos, intranquilidad, mala imagen y retroceso económico a la región.
Están equivocados si algunos pensando en sus bolsillos, creen que la salida es guardar silencio. La salida ante esta realidad es la unidad, la cual debe ser liderada por el gobernador del Huila Rodrigo Villalba, junto a los alcaldes, comandantes de las Fuerzas Militares y de Policía, fiscales y jueces, así como el sector público y privado en general. ‘Esconder la cabeza como el avestruz’ es hacerle el ‘juego’ a los grupos ilegalmente armados. Cuando un hecho se invisibiliza, los victimarios se sienten con mayor ímpetu de atacar.