La Nación
El retorno de la tragedia 1 16 octubre, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

El retorno de la tragedia

En tiempos de coaching parlanchines promotores de la positividad y de valores morales es importante pensar en el significado de la tragedia. En el mundo antiguo, las representaciones del teatro trágico hacían parte constitutiva de la democracia y del sentido de ser ciudadano. Prometeo, el titán que le había revelado el secreto del fuego a los humanos, fue encadenado por Hefesto a una montaña siguiendo las órdenes de Zeus. ¿Qué hay detrás de un destino trágico? ¿Cuál es el sentido de la tragedia para la humanidad?

La tragedia, simbolizada en Prometeo encadenado, es el eterno retorno. Significa amanecer todos los días con la condena de un destino inexorable. Se trata de aquello que nos es común a todos: la fragilidad, la vida pendiendo de los hilos que las moiras le destinen a cada uno. Lo trágico aparece luego de una gran revelación, en el caso de Prometeo su error, su hazaña y su acto de rebeldía produjo el descubrimiento de la palabra por parte de las personas para construir su hogar en el planeta. Zeus sabía que la afrenta era definitiva; tuvo miedo porque entendió que, a pesar de ser el dios más poderoso, terminaría olvidado. El olvido es la muerte. Los mortales recuerdan mejor las proezas de aquellos de su propia estirpe; las divinidades han pasado a ser una distracción de domingo, una excusa para comer empanadas con guarapo al salir de los templos. El temor del señor de las tormentas lo llevó a vengarse del titán que le había ayudado a imponerse en lo más alto del Olimpo. El poder de Zeus, acumulado luego de salir victorioso de guerras virulentas, se desmoronó por un simple engaño. Las deidades se condenaron entre ellas a un destino trágico, mientras los humanos trataban de sobrevivir durante su corto paso por la tierra. Los efímeros, como eran conocidos los hombres y las mujeres por estar encadenados a la muerte, lograron trascender a pesar de no poseer el cetro de los inmortales.

El águila se comía todos los días el hígado de Prometeo. El órgano se regeneraba en las noches y al otro día regresaba el martirio para el rebelde titán. La tragedia nos recuerda a todos el destino común. No tiene sentido intentar ser un dios, alzarse con el poder por encima de los demás. La condena está latente. Las deidades se fueron extinguiendo, mientras las palabras que intercambian los efímeros evocan el pasado y configuran el futuro. ¿La tragedia es necesaria para tener más conciencia de los otros? ¿Qué hace que se quiera esquivar lo trágico en el presente? ¿Estamos ante la dictadura de la felicidad eterna?