La Nación
La vida oculta tendida a nuestros pies 1 17 octubre, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

La vida oculta tendida a nuestros pies

Coincido con quienes afirman que el suelo es un ser vivo: respira, digiere, se mueve y hasta se comunica. A simple vista, esta analogía puede parecer inusual, considerando que estamos ante una mezcla de minerales, materia orgánica, agua y gases. Sin embargo, al observarlo de cerca, descubrimos un vasto universo de fauna y microorganismos que cobra vida bajo nuestros propios pies.

Así como existe una abundante y diversa vida por encima de la superficie terrestre, también la hay por debajo. La salud de los ecosistemas visibles está profundamente ligada a la biodiversidad oculta en las capas inferiores, donde raíces, fauna y microbiología, trabajan en armonía para sostener el equilibrio natural. Lo que parece un manto estático es, de hecho, un enjambre de actividad biológica. Cada porción de tierra alberga una red de organismos que interactúan de manera invisible, en un intercambio de gases con la atmósfera, el suelo evoca la respiración de los seres más grandes. Las raíces de las plantas se extienden como arterias trazando caminos en búsqueda de nutrientes, mientras hormigas, lombrices, pequeños invertebrados y microorganismos descomponen la materia orgánica, liberando minerales esenciales para el mundo vegetal en una digestión continua. Los hongos micorrícicos, que se extienden por kilómetros, conectan árboles y plantas en una infraestructura subterránea que permite el intercambio de agua, nutrientes, señales químicas y eléctricas, como si se tratara de un vasto sistema nervioso de la Tierra. En este ecosistema, cada componente tiene un papel vital, y el suelo se revela no como un simple sustrato, sino como un organismo viviente en constante transformación.

Por otra parte, desde el Neolítico, pasando por la Revolución Agraria y la Revolución Verde del siglo XX, hemos explotado la tierra sin descanso para la producción de alimentos. El 95% de nuestros cultivos se desarrolla sobre su superficie. La intensiva labranza, junto con el uso masivo de agroquímicos y la deforestación, han acelerado la degradación de los terrenos agrícolas, lo que hoy amenaza la seguridad alimentaria global. Se estima que la erosión en estas áreas es entre 10 y 100 veces mayor que la tasa natural de formación de este recurso. Esto es alarmante si consideramos que formar tan solo un centímetro de suelo fértil puede tardar más de 1.000 años.

A pocos días de la inauguración de la COP16, teniendo en cuenta que entre el 50% y el 70% de los antibióticos utilizados actualmente en medicina provienen de organismos del suelo y que, según la FAO, tan solo el 1% de la vida edáfica se ha identificado, es crucial que prestemos atención a este universo subterráneo que ha permanecido invisible para muchos. Es esencial conservar y restaurar el suelo para enfrentar los próximos desafíos. Si queremos asegurar el futuro de la vida en la Tierra, debemos proteger este valioso recurso no renovable que, aunque misterioso, es la base sobre la cual se sostiene toda expresión de vida de la superficie terrestre.