La celebración de 400 años de historia no puede estar rodeada de dramáticas apariencias e improvisaciones, de escritores descalificados porque se les ha marginado igual que otrora a José Eustasio Rivera. La celebración de 400 años de historia no puede estar rodeada de dramáticas apariencias e improvisaciones, de escritores descalificados porque se les ha marginado igual que otrora a José Eustasio Rivera. LA NACION sigue con las crónicas y análisis alrededor de las efemérides de la capital huilense. FÉLIX RAMIRO LOZADA FLÓREZ Especial LA NACION Quizás un evento como el Festival de Danzas Jacinto Jaramillo no tenga importancia, quizás no significaría nada, a no ser que nos detengamos a pensar en lo que ocurre a nuestro alrededor y en lo que aporta a la cultura de una sociedad, a sus pequeños hijos en formación y a los recuerdos suscitados en los mayores una vez más por el fervor de las genealogías que une a una comunidad o estado. Desde luego, no es rumor que los gobernantes salientes estuvieron más preocupados por preparar maletas, raspar ollas, armar entuertos o cualquier otra cosa que en hacer cultura o resolver los problemas que nos aquejan a diario y los que entran no se quedan atrás porque ellos están repartiendo una torta grande que no alcanza para todos, como en la canción “No hay cama pa’ tanta gente”. Por los diarios, los noticieros de radio y Tv, informan que la Gobernadora Cielo González Villa ya tiene listo el gabinete y que el doctor Pedro Hernán Suárez ha hecho otro tanto, pero en uno y otro caso la Cultura, la base fundamental del desarrollo y de identidad de una sociedad, aquí es una anecdótica y perversa comidilla del botín burocrático. Esto se convirtió en costumbre, de allí que siempre se improvise y esos despachos terminen sirviendo de rellenos políticos de un banquete que invita a todos a votar y a unos pocos a la repartición, de manera que la fiesta es una farsa artificial de los que algunos se comen una tajada enorme y otros como el pichón de gallinazos sólo reciben aletazos. Todo esto parece obra de ficción: El festival de Danzas no recibe apoyo, unas secretarías relegadas a último protagonismo, una celebración de 400 años de historia rodeada de dramáticas apariencias e improvisaciones, unos escritores descalificados porque se les ha marginado igual que otrora a José Eustasio Rivera, bajo el pretexto de ser rabiosamente conflictivos. Lo grave para nuestra dirigencia de los 400 años, es que cuando descubra que cuanto sabemos y conocemos desde la antigüedad hasta hoy, se lo debemos al espíritu de los escritores, tal vez entonces sobresaltados puedan considerar la tragedia de Héctor, El Mío Cid, la enorme crisis de la sociedad española a través del Lazarillo, Celestina o El Quijote. Pero no hay que ir tan lejos: basta leer La Vorágine, Cien años de soledad o Cóndores no entierra todos los días, para entender los distintos conflictos de este atolladero intelectual fastidioso, cansón diríamos los huilenses, pero por desgracia auténtica piedra en el zapato de una desenfrenada burocracia figurona, que se empalaga en su propia miel. Forma de hacer patria El referido Festival de Danzas, organizado por Fausto Sánchez nos trajo extraordinarias muestras de diferentes departamentos del país y una hermosa delegación de Argentina, sin duda, es una forma impresionante de hacer patria, de atreverse hacer algo en bien de un país donde algunos se empeñan en la guerra como forma de subsistencia. En medio de esto sorprendió el merecido reconocimiento a Heber Zabaleta Parra, el buen periodista que nos ha señalado en estos 15 años de estadía en la ciudad con ética y profesionalismo el valor de esta profesión a la que ha dedicado su vida, sus fuerzas y su vitalidad, pero sobre todo tiempo y dedicación a formar a niños y jóvenes en sus conocidos talleres de capacitación. De manera que los despreocupados dirigentes nuestros deberían tomar nota para transformar la indiferencia y el desprecio por los suyos en una realidad de apoyo, colocando los pies sobre la tierra que les ha dado todo, para que no exista más desconocimiento, para que eventos como el Jacinto Jaramillo no pasen desapercibidos en la Tierra de Promisión. La historia y su escritura Se dice que la historia es según quien la escribe y hasta cierto punto tiene razón quien lo afirmara, porque una es la historia de Julio César, otra son los apuntes en el Diario de Colón y cosa muy distinta son las reseñas de los Cronistas que fueron escribiendo a manera de diario sobre lo que sucedía, según la visión da cada uno, luego, como decimos hoy, tuvieron la primicia de los acontecimientos. De ahí, que en la historia de Joaquín García Borrero o, Gilberto Vargas Motta, como no vivieron lo que cuentan sus libros, tuvieron especial cuidado en señalar las fuentes bibliográficas de sus investigaciones, de manera seria, ética y responsable, por entender que ellos no eran creadores de nada o, mejor como dijera el doctor Guillermo Plazas Alcid, no eran adanistas. Sin embargo, hoy día algunos escriben historia como si fueran participes, origen y fin de los sucesos al no señalar fuentes de consultas. Craso error o involuntaria omisión, otros en cambio lo hacen considerando que sólo a partir de ellos existe tal o cual asunto, así estemos a punto de cumplir 400 años de fundación. ¡Qué vaina! “Los despreocupados dirigentes nuestros deberían tomar nota para transformar la indiferencia y el desprecio por los suyos en una realidad de apoyo, colocando los pies sobre la tierra que les ha dado todo, para que no exista más desconocimiento”. ‘Los gobernantes salientes estuvieron más preocupados por preparar maletas, raspar ollas, armar entuertos o cualquier otra cosa que en hacer cultura o resolver los problemas que nos aquejan a diario’ ‘Lo grave para nuestra dirigencia de los 400 años, es que cuando descubra que cuanto sabemos y conocemos desde la antigüedad hasta hoy, se lo debemos al espíritu de los escritores’. ‘El Festival de Danzas nos trajo extraordinarias muestras de diferentes departamentos del país y una hermosa delegación de Argentina, sin duda, es una forma impresionante de hacer patria, de atreverse hacer algo en bien de un país donde algunos se empeñan en la guerra como forma de subsistencia’