La Planta de Tratamiento de Aguas Residuales, PTAR, para contrarrestar los desechos contaminantes que los neivanos le arrojan a diario al río Magdalena, sigue siendo noticia, pero no propiamente porque el proyecto esté próximo a volverse realidad. Lo que se ha venido a saber ahora es que los estudios, las cuatro consultorías, la actualización de los diseños y los informes ambientales contratados durante las últimas dos décadas, no terminaron sirviendo siquiera para poner al menos, la primera piedra de la infraestructura.
“Lo lamentable, después de 19 años, volvimos al punto cero. No tenemos definido ni siquiera la ubicación, ni el diseño ni la tecnología adecuada. Estamos en cero”. Estas palabras del magistrado Jorge Alirio Cortés Soto, encargado de hacer cumplir el fallo judicial que ordenó la construcción de la obra, reflejan la desazón y al mismo tiempo ponen de presente la incapacidad frustrante que ha tenido la ciudad para sacar adelante un proyecto dirigido a evitar que los residuos contaminantes que todos producimos llegue al medioambiente, en este caso, al río más importante del país.
La PTAR fue ordenada por un fallo proferido el 27 de junio de 2005 en el trámite de una acción popular. En esa época, hace 19 años, el Tribunal Administrativo del Huila le ordenó a la Alcaldía de Neiva la construcción de la primera fase de la planta de tratamiento a más tardar en el año 2011. Además, dispuso que antes de finalizar el año 2015, tenía la obligación de garantizar una solución completa al problema de contaminación por aguas residuales que caen al río Magdalena sin ningún tratamiento. Sorprendentemente, nada de eso se ha cumplido.
Hoy, cuando muchos hablan de proteger el medioambiente y siguen de cerca los anuncios y compromisos que se hacen y pactan en el marco de la COP 16, ha de saberse que en Neiva, para vergüenza nuestra, seguimos contaminando sin ningún pudor el afluente madre de los colombianos.