Francisco de Roux y la pederastia

El domingo 27 de octubre de 2024, Daniel Coronell publicó una columna en la que se refiere al caso de pederastia cometido por el cura jesuita Darío Chavarriaga, conocido en su momento por el padre Francisco de Roux, jefe inmediato de Darío. El hecho ocurrió en el año 2014 y según de Roux tomó medidas tan pronto como se enteró: le impidió dar misa y lo recluyó en un centro de enfermos terminales. ¡Vaya castigo! ¿Será que se trataba de un encubrimiento? Señala Coronell que resulta extraño que en ese tiempo Chavarriaga aparecía recibiendo un agasajo y una placa rodeado de jóvenes en la Universidad Javeriana.

De Roux, al parecer, se hizo el de la vista gorda con el caso y ha justificado su actuación. Dice que las víctimas no quisieron denunciar, pero uno de ellos expresa que fue el padre quien sugirió permanecer en silencio. Otra excusa es que en ese tiempo pesaba sobre los miembros de la iglesia el “secreto pontificio”, el mandato para ocultar los delitos al interior de la institución. Las justificaciones parecen no corresponderse con alguien tan ilustrado, bondadoso y partidario de la justicia. ¿Será que el sacerdote olvidó que vivía en un Estado moderno en el que la Ley está por encima de todo? ¿Creyó el director de la Comisión de la Verdad que por pertenecer a una orden religiosa podía saltarse los derechos humanos y la dignidad? Es preocupante que la Comisión de la Verdad hubiera sido dirigida por alguien que, aparentemente, es más experto en el ocultamiento de las verdades. Recordé un texto de análisis escrito por Paco Gómez Nadal titulado: Comisión de la verdad: el relato que no se mueve en el que se afirma que el informe es una generalidad del conflicto armado en Colombia, todos los actores de la violencia se amalgaman conformando una homogeneidad y los máximos responsables, el Estado, los sectores políticos tradicionales y los empresarios son tratados con bastante “cuidado”. También recordé el día en el que Pacho estuvo entrevistando a Álvaro Uribe en su finca en Llanogrande, Antioquia. En medio del relincho de los caballos, que recordaban la cultura traqueta, el sumiso cura escuchaba con aire de bondad al patrón.

Por fortuna, la historia va desnudando poco a poco las verdades. Es necesario seguir escudriñando en el pasado para saber qué fue lo que pasó realmente con esta historia de la violencia y el conflicto armado. Ello llevará, quizá, a derrumbar algo en lo que insistía el cura de Roux y era que todos los ciudadanos eran culpables de alguna manera del conflicto armado en Colombia; puede ser que al final se vayan revelando cada vez más las responsabilidades individuales.  

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