Puede considerarse que la economía tiene muchas coincidencias con Mike Tyson. Las métricas del púgil son destacables en materia de knockouts, hecho plausible. Sin embargo, en el caso de la economía, no resulta tan atractivo un récord similar. De seguro, nadie gustaría que la economía le pasase por encima y lo dejara en la lona. Aunque parezca obvio, los efectos serían desastrosos, como gravísimas y numerosas las contusiones, ya que la economía está muy por encima de la categoría de los súper pesados (Sólo comparable con la vida misma).
Ahora bien, hay quienes prefieren ser indiferentes ante la economía, como si la pelea no fuera con ellos. Por ello, deciden ignorar las noticias que indican que la economía ha mejorado o que ha empeorado en el tiempo. Lo mismo ocurre con otros hechos noticiosos que advierten que Y aspecto podría tener impacto económico positivo o negativo, o que Z variable podría constreñir el consumo de los hogares, por ejemplo.
Entre otras personas, pareciera que la economía despierta tanta antipatía como el mismísimo Connor McGregor, supongo que es por cuenta de que en ocasiones se torna demasiado petulante cuenta causa de los mismos economistas.
Sin embargo, los asuntos de la economía práctica, esos que configuran la cotidianidad, no pueden sernos ajenos. Queramos o no, los seres humanos vivimos en un cuadrilátero y podemos hacer un sparring amistoso con la economía, aprender sus conceptos, identificar sus principios, y advertir su lógica. No en vano, la economía es un asunto transversal a la vida de todo ser humano, independientemente de su oficio u ocupación.
De hecho, desde la perspectiva de la economía comportamental (conocida en inglés como Behavioral Economics), se defiende la idea de que la economía se conforma a diario por las decisiones que todos los agentes (personas naturales, jurídicas, y administraciones públicas) tomamos para satisfacer nuestras necesidades y resolver los problemas que se nos presentan, aun cuando algunas de estas decisiones parezcan no ser económicas, en el sentido más puro de la expresión. Cabe advertir que la economía comportamental parte del hecho de que la racionalidad del individuo para tomar dichas decisiones es cuestionable, toda vez que reciben el influjo de sentimientos, emociones, temores y sesgos, entre otros factores psicológicos.
Entonces, teniendo en cuenta que las decisiones que tomamos configuran nuestras vidas y, obviamente, nuestra economía, la educación económica y financiera se nos presenta como la mejor inversión que puede ejecutarse, a nivel de política pública, pero también de forma individual, como estrategia para salir adelante. En términos de la analogía planteada en esta columna, debemos decir que gracias a la educación económica y financiera es que podemos lograr un sparring amistoso con la economía, de lo contrario, seremos embestidos de seguro por sus combinaciones infalibles a las que contribuiremos, aunque sea inconscientemente, con nuestra ignorancia.
Así las cosas, lo más importante es que los agentes económicos advirtamos que son nuestras propias decisiones las que configuran, en gran parte, nuestra economía. Pues, es cierto que existen aspectos sociales que explican las condiciones de pobreza en ciertos territorios y para determinados grupos sociales, sin embargo, esta se configura y se sufre en el plano individual toda vez que son nuestras decisiones de consumo, interacción social, hábitos de vida, entre otras, las que configuran realmente nuestra realidad económica. Por tanto, exigirle al Estado la solución de nuestros problemas resulta muy peligroso en términos democráticos, pues, estaríamos hipotecando nuestras libertades a las promesas populistas que aseguran solucionarlo todo con la mágica intervención del ‘papá Estado’.