Los disfraces de Petro

Halloween, según la RAE, es la contracción de la expresión inglesa “All Hallows Eve” cuyo significado es ‘víspera del Día de Todos los Santos’. En el marco de esta celebración, de origen nórdico, voy a presentar los disfraces que utiliza Petro para mantenerse en su sombrío juego político.

Demócrata: Petro nunca se desmovilizó psicológicamente de la guerrilla. Atrapado mentalmente en las coordenadas del mundo de la Guerra Fría y del terrorismo de la guerra de guerrillas; el hombre del M-19 cada vez que puede lucir con orgullo su pasado en esa organización, lo hace.

Humillando, de paso, a las Fuerzas Militares y a las familias de las víctimas de esa tenebrosa jornada del 06 y 07 de noviembre de 1985. Por más que se vista de seda, Petro se queda.

Intelectual: Este disfraz lo ha podido lucir porque el nivel intelectual de los políticos colombianos ha caído a unas profundidades que históricamente resultan incomparables con otros períodos más ilustres de la República.

Resulta grotesco, y de mal gusto, asistir al espectáculo de Petro perdido en su cuenta ‘X’ intentando escribir -con todos los errores posibles- mensajes que, a manera de ejemplo, Alberto Lleras o Marco Fidel Suárez escribirían con la elegancia y estilo que hizo de la presidencia de la República una rama del poder público asociada con el buen uso del español. Por ello, siempre me ha cuestionado si verdaderamente escribió “Una vida, muchas vidas”.

Estadista: Mientras fue congresista y alcalde de Bogotá, pudo esconder sus protuberantes grietas como hombre de Estado.

A su falta de sensibilidad y visión para los asuntos estratégicos, se suma su incapacidad para manejar una segunda lengua que, como jefe de la diplomacia, lo hace ilegítimo frente a un cuerpo diplomático al que se le exige obligatoriamente otro idioma con un mínimo de B2, según el marco de referencia europea; su incompetencia para liderar la gestión de la Administración Nacional solo se corresponde con su holgazanería, impuntualidad y ramplonería; su sobrecarga ideológica conspira en contra de la lógica y el sentido común en la economía, según el decir de Echavarría Olózaga; y, a su falta de buenos modales, se suma la falta de valores republicanos que lo hacen totalmente indigno y peligroso para el cargo que, por un error electoral, ostenta.

[Continuará (…)]

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