Los habitantes del próspero municipio de Gigante, ubicado en el centro del departamento del Huila, amanecieron ayer atemorizados por el estruendo provocado por el atentado terrorista contra la sede del Banco Agrario, ubicada en pleno parque principal y a pocos metros de la Estación de Policía. Fue, según el reporte oficial, un petardo de regular poder que fue dejado abandonado en la puerta principal del establecimiento y que tras su detonación, provocó daños significativos en el lugar.
Todo parece indicar que se trata de una acción violenta por parte de las disidencias de las Farc dirigida a atemorizar a los empleados de la entidad bancaria estatal. Evidentemente, no se trata de un hecho aislado, ya que desde hace algunas semanas se viene hablando de intimidaciones contra funcionarios del Banco Agrario en otros municipios huilenses. En Algeciras, por ejemplo, los servidores de la misma entidad bancaria recibieron un panfleto intimidatorio.
Y si se hace un análisis mucho más amplio no hay que perder de vista los asaltos armados de los que ha sido ‘blanco’ el Banco Agrario en varios municipios del vecino departamento del Cauca por parte también de las disidencias de las Farc.
Está más que claro que dentro de su desaforado plan de obtener recursos económicos para financiar sus actividades criminales, estos grupos tienen una clara intención en contra del Banco Agrario, por lo que las autoridades deben emprender un plan dirigido a garantizar la protección de sus funcionarios y directivos, así como de las instalaciones de sus sedes y oficinas en el territorio huilense, o al menos, en los municipios en los que hay reportes de acecho permanente de disidencias de las Farc.
Tras el atentado terrorista de ayer en Gigante, muy seguramente, estos grupos ilegales pretendan replicar contra el Banco Agrario sus incursiones violentas del Cauca en el Huila. Y la Policía y el Ejército no lo pueden permitir.