En Catatumbo, Norte de Santander, un grupo de 22 apasionados por la apicultura ha emprendido un importante proyecto que busca rescatar y proteger abejas en riesgo, presentado recientemente en la COP16 en Cali. Liderados por Leiver Moreno, este equipo se adentra en la densa selva del Catatumbo para rehabilitar pequeños ecosistemas de polinizadores.
Un grupo de aproximadamente 22 personas en Norte de Santander ha impulsado un proyecto de apicultura que fue presentado en la COP16, en Cali, Valle del Cauca, como parte de las iniciativas de transformación territorial acordadas en las conversaciones entre el Gobierno y los disidentes de “Calarcá”.
En las montañas del Catatumbo, yacen pequeños ecosistemas de abejas protegidos por estos 22 dedicados cuidadores. Desde hace cuatro años, Leiver Moreno y su equipo han estado trabajando para salvar a estos cruciales insectos, que a menudo son perjudicados por el ser humano, ya sea a través de incendios o envenenamientos, sin que se reconozca su rol vital en el equilibrio del medio ambiente.
Llegar a los improvisados panales de rescate, construidos con tablones y latas, implica atravesar la densa selva de Tibú, donde el calor y la incertidumbre son constantes. Aunque las abejas no atacan a menos que se sientan amenazadas, Leiver y su equipo toman precauciones. Cada uno de ellos está cubierto con trajes amarillos que los protegen de posibles picaduras, las cuales pueden ocurrir si las abejas están estresadas por el clima, la fase lunar o simplemente por la inquietud que puedan percibir. Algunos miembros del grupo repiten un gesto de protección adicional antes de adentrarse en la selva.
Para calmar a las abejas, Leiver dispersa un humo aromático mientras avanza. Esta mezcla, compuesta de tusas, eucalipto y diversas hierbas, no solo perfuma el aire, sino que también invita a las abejas a consumir más miel, dificultando su propensión a picar.
El sonido característico de las abejas se hace evidente cuando Leiver sacude el panal para examinar la miel en producción. Ante este zumbido, los que lo acompañan se quedan quietos. Leiver, quien se introdujo en el mundo de la apicultura hace cuatro años, ha mantenido siempre un respeto por estos animales. Su interés nació tras terminar sus estudios en agropecuaria ecológica, buscando una dirección para su vida. A través de videos y tutoriales en línea, aprendió a ubicar las colmenas y entender los factores que afectan el comportamiento de las abejas.
“El proyecto surgió hace cuatro años como una forma de replantearnos nuestra vida. Ahora nos reconocen como el grupo de rescatistas de Tibú. A menudo, la reacción común al encontrar una colmena es destruirla por miedo a picaduras, pero hemos decidido rescatarlas, consciente de que las abejas son una especie amenazada y crucial para el planeta”, explica.
El trabajo que realizan también busca sanear las profundas cicatrices que la guerra ha dejado en Catatumbo. Leiver y su equipo aspiran a mostrar que en su región es posible crear un futuro diferente: “Queremos hacer visible lo que estamos logrando aquí en Catatumbo”.
Este proyecto se alinea con los esfuerzos de transformación territorial establecidos en la mesa de diálogo entre el Gobierno y los líderes de las estructuras armadas en la región. Leiver tiene la esperanza de ofrecer nuevas oportunidades a los jóvenes de su comunidad.
Sergio Acevedo, quien se unió al grupo de rescate hace aproximadamente un año, recuerda con emoción su primer rescate en una finca. “Desde ese momento me fascinó el mundo de las abejas y su importancia para el planeta”, comparte.
Mientras revisa cuidadosamente un panal que alberga casi 70.000 abejas, Leiver se quita los guantes de protección, ya que percibe que las abejas están menos nerviosas de lo habitual. Explica que cada rescate comienza con un análisis del entorno y la ubicación de la colmena, para retirarlas de manera segura y reubicarlas en cajones que les proporcionarán un nuevo hogar en áreas de reserva.
Al observar el panal, encuentra pequeñas abejas naciendo de celdas diminutas. Se detiene para ayudar a las recién nacidas, quienes en aproximadamente 20 días se convertirán en obreras africanizadas de la región. “Iniciamos un proceso de cría para que se reproduzcan y, eventualmente, comiencen a producir miel, lo que nos permitirá sostener el proyecto y contribuir a nuestras necesidades básicas”, concluye Leiver.
Recuadro:
Cosméticos sostenibles del Caquetá
El World Resources Institute- WRI, Conservación Internacional y más de veinte socios lanzaron ayer miércoles, en el marco de la COP16 que se realiza en Cali, la Red Pan-Amazónica por la Bioeconomía, una alianza que busca promover una bioeconomía sostenible en el Amazonas. Este concepto se refiere a productos y servicios forestales no maderables que tienen principalmente tres características: mantienen la integridad ecológica de los ecosistemas, están inspirados en prácticas ancestrales y respetan la cultura de los habitantes locales.
Un ejemplo de este tipo de iniciativas es el de Agrosolidaria Florencia, que vende productos agrícolas y cosméticos hechos de plantas cultivadas de manera sostenible y opera la planta de procesamiento más grande en la región amazónica colombiana.
Datos del estudio Nueva Economía de la Amazonia Brasileña, de WRI Brasil y más de 70 especialistas, revelan que la bioeconomía en este territorio ya genera un PIB de aprox. 2,3 mil millones de dólares al año, eso solo basado en el análisis de 13 productos primarios. Las poblaciones locales utilizan más de 270 productos nativos, lo que quiere decir que, el potencial es mayor.