La COP16 puso a Colombia en el centro de la agenda mundial. Ha sido un gran logro del Gobierno Nacional, pues el país tuvo la oportunidad de mostrar su potencial en biodiversidad y la gran necesidad de preservarla para el bien de la humanidad. En este sentido, el gobierno de Gustavo Petro presentó el Plan de Acción de Biodiversidad al 2030. Plan que requiere es plata del orden mundial, pues sin plata no hay nada que hacer. Porque miren el contrasentido: las potencias, que son las que más contaminan y permiten que sus multinacionales destruyan el medioambiente, son las más reacias a dar la plata suficiente para proteger la naturaleza. Pero una de las frases llamativas fue la de Antonio Guterres, secretario general de la ONU, quien dijo que “La naturaleza es vida y, sin embargo, estamos en guerra con ella”. Lo primero es evidente (la naturaleza es vida).
Pero lo segundo es fatal (estamos en guerra con la naturaleza). No lo creo. No estamos en guerra con la naturaleza. ¿Cuándo la naturaleza nos declaró la guerra? Lo que ha pasado, y sí creo, es que el modelo económico y estilo de vida que nos han vendido son destructivos contra la naturaleza. A la naturaleza la hemos venido asesinando, sin que tenga escape: un árbol que se va a talar no puede huir; un bosque que se va a quemar no puede huir; un río que se contamina no puede huir; un animal que se va a asesinar, aunque corra, es cazado con armas letales construidas para eso. En nuestras propias narices podemos ver eso. En Neiva asesinamos al Río del Oro, y la tala y quema indiscriminada de bosques han destruido grandes extensiones de vegetación en varios municipios del Huila.
Lo lamentable, es que no queremos renunciar a ese estilo de vida que está montado sobre la explotación y asesinato de la naturaleza. Incluso, los hombres más ricos del mundo, como Elon Musk, están invirtiendo mucho más dinero para salir de este planeta que ellos mismos destruyen, de lo que invierten en conservarlo; en evitar su total destrucción. Es una miseria humana la que hemos “construido”. El último hombre es este: un hombre sin ética y moral; que ambiciona y alimenta más “el tener” que “el ser”. Ese último hombre tiene y quiere muchas cosas materiales, pero es un hombre vacío por dentro; que no se quiere así mismo, ni lo hace con su entorno natural. Pues miren a su alrededor y verán sus horribles resultados.