De la tragedia a la esperanza: el huilense que se convirtió en héroe en Valencia

Daniel Felipe Robledo Losada, un joven huilense, de 26 años de edad, se encuentra en el epicentro de una historia de supervivencia y altruismo tras la tragedia ocurrida en Valencia, España. Con una valentía admirable, no solo logró salvar su vida, sino que también se convirtió en un faro de esperanza para otros en medio del caos.

Hernán Guillermo Galindo M

hernan.galindo@lanacion.com.co

Para Daniel Felipe Robledo, el joven huilense que sobrevivió a la tragedia en Valencia, España, esta experiencia transformadora lo ha llevado a reflexionar sobre su propósito en la vida, impulsándolo a comprometerse con la ayuda a quienes más lo necesitan. En su travesía, Daniel se cuestiona cómo puede utilizar su experiencia para marcar una diferencia en el mundo, buscando ser un agente de cambio en su comunidad.

Desde el epicentro de la tragedia, Daniel le contó a LA NACIÓN sobre lo que está haciendo y, de paso, compartió sus reflexiones. “Es curioso cómo, en tantos momentos, no sabemos qué hacer con nuestra vida. Nos sentamos en la cama a reflexionar, a preguntarnos si lo que estamos haciendo tiene algún sentido o si simplemente estamos perdiendo el tiempo en cosas sin propósito”, comenzó.

También comentó que muchas veces no logramos ver las cosas que tenemos ni a las personas que nos acompañan en nuestro viaje. “A veces comemos sin hambre, solo por comer; caminamos sin rumbo, solo por caminar; y hasta fingimos sonrisas para caerle bien a los demás”, continuó.

Daniel Felipe pasó a hablar de la rutina que se convierte en lo cotidiano: “Vivimos en una rutina tan monótona que recurrimos a estimulantes externos para sentir un éxtasis que, tal vez, nos rodea a diario de forma gratuita y no nos hemos dado cuenta”, afirmó.

E insistió: “Salimos de casa cada día con mil pensamientos en la cabeza, estresados porque un auto se atravesó, irritados y con el deseo de alejarnos de todos, hartos del mundo. Vivimos como autómatas, cumpliendo obligaciones en un sistema que nos empuja a preocuparnos por deudas y cosas que, en apariencia, tienen sentido”.

Estado en el que se encuentran varias de las calles en la zona devastada por la avalancha en Valencia, España.

El impacto de la avalancha

“Hasta que un día llega una avalancha y arrasa con todo lo que creíamos poseer. En un instante, nos enseña que nada es realmente nuestro, que todo puede desaparecer en cuestión de minutos”, caviló.

Para Daniel Felipe, ese día, nada material tenía un valor económico: ni el auto, ni el dinero, ni las cosas. “Las miradas tristes nos reconciliaron entre nosotros, y las velas encendían el corazón y nos calentaban en el frío implacable de una avalancha que se llevó no solo lo material, sino también los sueños vacíos de una vida sin vida”, compartió sobre el suceso que lo marcó.

“Tal vez no sea el desastre más grande de la historia, pero también es el mejor momento para replantearnos qué tipo de vida queremos después de esto. Este recuerdo me enseña que no existe nada más que el ahora y que, cuanto menos peso llevemos en la vida, más libres y ligeros podremos andar. Al final, lo único seguro es la muerte, pero no como el fin, sino como la puerta hacia el paraíso de la vida misma”, añadió.

El día de la avalancha

Daniel Felipe Robledo Losada, cuya familia vive en Neiva y Guadalupe, relató cómo lo que creían que sería una inundación sencilla se convirtió en una tragedia, rodeada de la falta de prevención por parte de las autoridades. Les avisaron de evacuar prácticamente en el momento en que se presentó la avalancha.

Desde el lunes, el clima había cambiado. “Era algo muy raro, con mucho viento, y yo tenía una sensación extraña. Me sentía triste, no quería salir a hacer mi trabajo”, refirió.

“Yo trabajo en una inmobiliaria”, continuó, y agregó que debían salir a hacer visitas. “Pero el martes, las calles estaban muy frías; había una energía totalmente diferente a las de los días anteriores. Esa mañana hubo un viento muy fuerte, y yo le tengo un poco de miedo a esos vientos. En la tarde, el cielo se puso muy negro, pero no llovió. Solo llovió a las 5 de la mañana, y el resto del día no llovió hasta que llegó la tarde. A las 7 de la noche, una compañera me llamó para avisarme que en el barrio donde vive se había inundado, y ella salió corriendo para allá”.

“Eran las 8 de la noche cuando la jefa me llamó y me dijo que podíamos irnos, que cerráramos y nos fuéramos. Cuando íbamos a salir, nos dimos cuenta de que no teníamos las llaves, porque nuestra compañera se las había llevado. Entonces, a mi compañero le tocó ir a donde ella estaba a traer las llaves, y yo me senté a esperar en la oficina, estaba solo. En ese momento, llamé a mi hijo y no sé por qué le dije a su mamá que tal vez, con todo lo que estaba sucediendo, nunca se sabía si podría ser la última vez que hablaba con alguien. Le dije que cuidara de mi hijo”, relató.

Y continuó: “Después de colgar, vi un lodo bajando lentamente por el frente de la oficina. Cuando salí, ya venía la gente corriendo. El agua ya estaba llegando. El agua empezó a subir, y el cristal se alzó como si fuera el Titanic. Hubo un momento en que tuvimos que salir y cuando lo hicimos, ya era una avalancha. Yo salí y la corriente me arrastró con fuerza; alcancé a agarrarme de una reja y pasamos a otro portal. Allí empezamos a golpear muy fuerte la puerta porque no teníamos a dónde correr. Una señora bajó y nos abrió; entramos al portal y lo cerramos, pero en ese momento la corriente se llevó todo”.

En su relato contó, que fue un momento de mucha angustia: “Los gritos de las personas, ver cómo se llevaban los carros y cómo la gente empezaba a abrir la puerta a todos. En ese momento, no existía el musulmán, el gitano, el de tal creencia, el que no cree; todos éramos una humanidad. Es cuando veo pasar la película de mi vida por mi mente y me pregunto: si este es el último momento de mi vida, ¿cómo he vivido?”, se cuestionó.

Como conclusión de lo sucedido ese día, destaca que no les avisaron a tiempo, que las autoridades pudieron hacer algo más para evitar o aminorar la tragedia.  Y con esta experiencia, se decidirá por crear una ONG, con un proyecto de tipo social para ayudar a las personas en situaciones difíciles en la vida.

El puente que une a Valencia con la zona destruida, no sufrió mayor afectación, la gente va y viene.

Volver al lugar y a la tragedia

Aunque Daniel Felipe Robledo logró salir a la parte de Valencia que no sufrió daños, ha estado yendo al lugar del siniestro para ayudar a evacuar y limpiar lo que se puede tratar de recuperar.

“La situación en estos momentos parece una película de ciencia ficción porque destrozó todo; las calles quedaron llenas de coches encima de otros. Las personas en España están recibiendo la solidaridad de muchos países que están viniendo a ayudar en la limpieza y a donar alimentos”, le contó a LA NACIÓN desde la zona devastada.

Recordó que al día siguiente debieron volver para rescatar a los hijos de una compañera que habían quedado atrapados. Los rescataron alrededor de las 4 de la mañana y, a las 6, como se sentía agotado, decidió descansar un poco. Pero a las 8 de la mañana volvió la alarma. Fue el caos total; algunos se dedicaron a saquear los supermercados, la gente se enloqueció y no sabía hacia dónde ir.

“¡Viene el agua, viene el agua, viene el agua!”, se escuchaba. En ese momento, les dije a mis compañeros que teníamos que salir de allí. No teníamos agua ni luz, no había nada, así que nos preparamos y salimos. A mí me tocó volver a entrar en la avalancha porque debía rescatar mi bolso, que había dejado en el primer lugar al que habíamos llegado”, recordó.

Imágenes como esta se encuentran quienes retornan a la zona de la tragedia.

Rescate de una mujer en silla de ruedas

“Iba saliendo, todos corrían hacia afuera, cuando dijeron: ‘¡Viene el agua!’ por donde nosotros íbamos. Entonces las personas se devolvieron, y es cuando escuché a una señora en silla de ruedas que empezó a gritar: ‘¡Ayuda, no me quiero morir aquí en Alfafar!’, uno de los lugares inundados de Valencia”, relató.

“Yo escuchaba a esa señora y corría y corría. En un momento pensé: ‘Dios mío, me toca volver por esa señora’. Regresé, la recogí y le dije: ‘Te voy a sacar’. Luego, iba yo con la señora en silla de ruedas corriendo, y la gente seguía devolviéndose. Fui el último que salió de Alfafar a las 11 de la mañana”, añadió.

“Más adelante, me encontré con una dificultad: los bomberos y la Policía no querían dejarnos salir, pero finalmente lo hicieron a su criterio. “Me fui solo con esa señora; en ese momento llegó un muchacho y me dijo: ‘Vamos a sacar a esta señora’. Hicimos una maratón de unos 4 km. Como llevaba unos zapatos clásicos de tacón, ya no podía más. Solo decía: ‘Dios mío, dame fuerza’, y logramos sacar a la señora”, manifestó.

Por ahora, se quedó sin trabajo, pero tiene claro lo que va a hacer por su hijo Valentino, de 19 meses, y por las demás personas: “Me muevo en otras cosas. Estoy para publicar tres libros sobre mi experiencia personal. También soy conferencista y seguiré ayudando a las personas con problemas de depresión a entender un poco más el camino de la vida”, concluyó.

Hasta ahora las autoridades comienzan a tomar el control en la zona.

Crece la tragedia en España: subió a 211 el número de muertos

Pedro Sánchez, el presidente del gobierno español, se pronunció ayer sábado y confirmó las medidas que se están tomando frente a esta emergencia que deja 211 muertos y cientos de desaparecidos.

El mandatario anunció que enviará 10.000 soldados y policías adicionales para la búsqueda de desaparecidos y la distribución de ayuda en las zonas devastadas por las inundaciones, el “mayor desastre natural en la historia reciente” de España.

“Hoy mismo llegarán a la provincia de Valencia 4.000 efectivos adicionales de las unidades militares y a primera hora de mañana llegarán los 1.000 efectivos militares restantes”, que se unirán a los 2.500 soldados ya en la zona, expresó el mandatario.

Magnitud de la tragedia en Valencia, España. Foto: El País de España.
Quien más celebra el milagro de vida de su hijo es Dirley Losada, la madre de Andrés Felipe.

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