Fue una elección larga ya que Trump estuvo en campaña desde 2020 para la reelección inmediata. Como es bien sabido, en ese entonces, los resultados le fueron adversos. Dicha jornada electoral pasó a la historia como atípica por la demora de las cifras finales, pues, solo días después se tuvieron los datos oficiales.
Así, sobre el cielo en Washington D.C. amenazaba una tormenta política que terminó por convertirse en un huracán impactando directamente las instalaciones del Capitolio. Las imágenes que el mundo entero vio, el 6 de enero de 2021, fueron absolutamente dantescas.
A partir de ese momento, el presidente saliente y derrotado se dedicó a fustigar la institucionalidad que con tanto esmero diseñaron los Padres Fundadores y supieron cuidar los sucesores de Washington, Adams y Jefferson. Para el magnate de la Torre Trump, las elecciones, de ese entonces, fueron amañadas y fraudulentas; por lo tanto, el Congreso no debía certificar a Biden (El Viejo Joe) como presidente. Todo estuvo en manos del entonces vicepresidente, Mike Pence quien finalmente terminó por certificar la victoria del Viejo.
Nadie dirá que estos últimos cuatro años fueron fáciles porque, en términos muy generales, Biden tuvo que lidiar, en el plano doméstico, con los efectos económicos del Covid-19 (principalmente con la inflación), con una oleada masiva de inmigrantes ilegales y con un Trump que entre más golpeado judicialmente, más se fortalecía para no salir de la escena política.
El odio de los demócratas, y de algunos republicanos, en contra de Trump los llevó a buscar, por todos los medios posibles, sacarlo del juego. La estrategia de llevarlo a los tribunales y sacar de ello provecho mediáticamente no fue tan efectiva. Los casos por fraude al fisco norteamericano, difamación y violación (E. Jean Carroll), soborno (Stormy Daniels), subversión (Enero 6) y mal manejo de documentos clasificados (Mar-a-Lago), son algunos de los casos más sonados en los que vimos a Trump ante los estrados judiciales.
O lo eliminaban o lo fortalecían. Y sucedió lo segundo porque a la par de que sus abogados trabajaban en la defensa judicial, con total dignidad y coraje, Trump enfrentaba jactanciosamente a todos sus rivales sin descuidar por un minuto su campaña. He aquí la clave del éxito de Trump: nunca rendirse ante sus enemigos y nunca parar de trabajar, incluso en medio de atentados en su contra.
Ayer, sobre las 2 A.M. hora local de Washington D.C., Fox News daba por ganador a Donald J. Trump, simultáneamente en West Palm Beach (Florida) la dinastía Trump lo acompañaba para dar su discurso de victoria. Con su tradicional traje azul, camisa impecablemente blanca y su habitual corbata roja republicana -evocando la bandera del país- Trump salió para asumir la victoria, mientras la gente gritaba: “¡U.S.A, U.S.A, U.S.A!”
Con 267 votos de los delegados electorales (270 es el número mágico) en su bolsillo, bajaron de la tribuna después de agradecer por los votos que lo llevarán de regreso a la Casa Blanca. En la tarima, una pantalla decía: “Trump, will fix it”. Pocos minutos después, Winsconsin le otorgaba 10 votos electorales, dándole la victoria definitiva. Trump, en efecto, obtenía oficialmente 276 votos y todos los medios de comunicación anunciaban que la carrera por la Casa Blanca había terminado.