Hace ocho días hice referencia al doble rasero que existe en Colombia, a la hora de valorar las diferentes expresiones artísticas. Esto, con ocasión del reciente lanzamiento de la canción +57, la cual generó un tsunami de reacciones. En esta oportunidad, me gustaría hacer referencia a una iniciativa legislativa que nació de todo este incidente. Hago referencia al proyecto de ley No. 316 de 2024, titulado por los medios, como la “Ley de letras decentes”.
Revisado el articulado, considero que si bien la intención es buena (proteger a los niños, niñas, adolescentes y mujeres de contenido multimedia denigrante y lesivo), el enfoque se quedó bastante corto. Digo esto, porque el proyecto busca trasladar el problema al Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, así como a la Comisión de Regulación de Comunicaciones. Esto, con el fin de que sean estas dos entidades las encargadas de “regular, investigar, controlar y sancionar” el contenido que incluya “(…) referencias de carácter sexual, obsceno, denigrante o promuevan la violencia o el abuso, consumo o venta de sustancias psicoactivas especialmente hacia niños, niñas, adolescentes y mujeres”
Ahora bien, poniéndome en los zapatos de los funcionarios encargados de construir la encomendada regulación para la “cacería artística de brujas”, identifico los siguientes obstáculos: (i). ¿Cómo delimitar lo sexual, obsceno y denigrante en una sociedad en decadencia?; (ii). ¿Cómo balancear el derecho a la libre expresión con la “censura” que se pretende implementar?; (iii). ¿Cómo hacer efectiva las sanciones contra productores y artistas que no tienen asiento en el país?; (iv). ¿Habría aplicación retroactiva respecto de algunas joyas musicales con letra misógina?; (v). ¿Cómo se podrían regular plataformas que no se encuentran constituidas en el país?; y (vi). ¿Cómo evitar que la “lista negra” dispare el consumo de los productos censurados?
En un supuesto Estado Social de Derecho como Colombia, no podemos darnos el lujo de convertir a nuestras entidades en “Comités de Moralidad”, sin embargo, lo que, si podemos hacer, es mejorar la calidad de la educación que están recibiendo nuestros niños y jóvenes y tratar de recuperar los valores que como sociedad hemos ido perdiendo.