La izquierda vendió un relato, aseguraron entre otras cosas que la derecha era mala, que era corrupta, que el Estado debía garantizar todo y, por tanto, había que quitarle el protagonismo al sector privado.
Con esa narración ganaron las elecciones de 2022 proclamándose como el Gobierno del cambio, generaron grandes expectativas, miraron despectivamente el pasado, desecharon los conocimientos técnicos y creyeron que el país comenzó el día que se posesionaron en la presidencia.
Comenzaron su labor acabando con el sistema de salud, le echaron mano a las EPS porque dizque se robaban la plata y muy pronto fueron denunciados hechos de corrupción. En lugar de corregir se justificaron mientras las quejas y tutelas crecen significativamente.
Concomitantemente atacaron la explotación de hidrocarburos asegurando que sus ingresos iban a sustituirse por otras fuentes. Hoy no han conseguido mayores entradas en otros sectores, pero la incertidumbre que generaron conllevo a efectos indeseados como la caída del valor de la acción de Ecopetrol.
Se lanzaron por la educación superior privada recortando los créditos del Icetex, desconociendo que las universidades públicas no tienen suficientes cupos para garantizar la demanda. Afortunadamente hubo una masiva reacción y les tocó echar para atrás, no sin antes intentar un burdo chantaje para que el Congreso aprobara la mal llamada ley de financiación.
Remataron con el nombramiento como asesor de un sujeto reconocido por las prácticas clientelistas y corruptas, además maltratador de mujeres. Hubo algo de rebeldía en el Gobierno. Se manifestó la Defensora del Pueblo y representantes del Pacto Histórico, pero a “Gustavo el críptico” poco le importó, dejándonos en claro que designó a un compinche que se ve mejor callado.
La dignidad del Gobierno se perdió y arrastró a la izquierda, que a su vez, se quedó sin autoridad moral, pues además de la conocida incompetencia para administrar el Estado, es imposible ocultar las incuestionables pruebas que demuestran la intervención de dos ministros en la repartición de contratos en la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres para conseguir que varios congresistas aprobaran las reformas del Gobierno.
Dentro de un año estaremos en el proceso electoral para el Congreso y Presidencia de la República; la izquierda difícilmente podrá presentarse con la bandera anticorrupción, pero por supuesto, la derecha explotará los desaciertos del Gobierno para hacerse nuevamente al solio de Bolívar.
En este país macondiano cualquier cosa puede pasar, pero son pocas las esperanzas que tenemos de contar con un Gobierno decente y bueno, parece que estamos condenados a que nos rijan los bandidos y los ineptos.