Desde hace décadas, en el periodismo y las campañas electorales, muchos se venden como objetivos y neutrales. ¡tan lindo que suena! Estas ideas no son más que un espejismo falaz. Cuidado, son una publicidad engañosa que ha condicionado nuestra percepción, y en la que muchos han caído.
¿Somos justos y libres en Latinoamérica? No del todo, pero tenemos un poder judicial. La objetividad debe ser una aspiración en la que se busquen reducir al máximo los prejuicios, un intento de ser lo menos subjetivos posible. Creernos imparciales o robots sin sentimientos es un error. Debemos respaldarnos con buenas fuentes y datos sólidos. Según publicó en 2017 PLOS Computational Biology, “alcanzar la objetividad plena es un ideal inalcanzable para los humanos”.
Reflexionemos: el periodismo cada día se aleja más de la neutralidad. Mientras nuestro corazón late, razonamos y escribimos, analizamos y contamos historias. Solo un muerto que no se expresa ni siente, puede alcanzar una verdadera objetividad absoluta. La mente humana no procesa hechos puros, sino relatos cargados de significado, y en esa narrativa, quienes prometen objetividad solo quieren predisponer tu percepción para que creas que no debés cuestionar lo que ya decidieron por vos.
Desconfiá de quien se disfraza de objetivo. Tampoco lo exijás sin pensar: buscá honestidad responsable y ética profesional sí. La objetividad es un engaño subjetivo desde el mismo momento en que se expresa. Es imposible que los hechos hablen por sí solos; siempre alguien los selecciona, interpreta y comunica desde una perspectiva. Esto aplica incluso a las agencias de noticias, que, aunque usen vocabulario “neutro”, dependen del título que le asignan, la selección de qué información enviar y cómo presentarla.
Pensar lo contrario es caer en una falsa certeza que solo te perjudica. La falacia de la objetividad periodística no solo debilita, sino que también mina la confianza pública. Decir que algo es “objetivo” puede sonar tranquilizador, pero es una estrategia de marketing barata que busca manipular bajo una máscara de transparencia.
El periodismo no debe temer en reconocer su subjetividad objetiva. Aceptada con honestidad, se convierte en una gran fortaleza. Un periodismo más honesto y responsable, sin disfraces.
Supongo que ya recordaste medios o candidatos que repiten y repiten la palabra objetividad como si fuera un mantra. Espero que a esta altura ya estemos de acuerdo, comunicar implica elegir. Y elegir siempre refleja un punto de vista. Reconocer esto no nos hace menos valiosos, lo hace simplemente humano.
Abandonemos por favor la idea de exigir objetividad. Exijamos compromiso, responsabilidad y transparencia. Porque un periodismo honesto no necesita la ilusión de lo que no es. Necesita generar confianza sin falsas certezas ni espejismos falaces de moda.