Recientemente un joven de escasos 20 años quien emigró a Estados Unidos pero había sido devuelto, fue muerto en una cafetería contigua a Unicentro-Neiva cuando trató de atracar a los clientes, estuvo sometido por varias personas y al parecer asesinado cuando estaba en total indefensión, su padre obrero de construcción en medio del dolor expresó, “uno cría hijos pero no crea condiciones”, esta lacónica pero diciente frase define la tragedia de millones de jóvenes desesperanzados que sufren el rigor del legado neoliberal que desde hace tres décadas ha venido reduciendo las oportunidades a los estratos bajos. Se produjeron distintos comentarios en su mayoría de sectores indolentes, intolerantes en asuntos domésticos pero tolerantes cuando se trata de problemas ajenos, “que así se trata a esas ratas”, “que salen de las cárceles y siguen robando”, etc.; afortunadamente algunos tienen claridad del problema y son conscientes que la política represiva es insuficiente, entre ellos varios columnistas de nuestro acreditado diario. Tenemos una Constitución social-demócrata pero reglamentada por congresos neoliberales; decir que somos iguales ante la Ley es una falacia pues en la práctica somos desiguales ante las oportunidades, nuestra legislación burguesa, favorable a clases alta y media-alta, que legitima la desigualdad supone que la causa de la delincuencia es la cultura o deseo de delinquir e igual en todos los estratos.
La delincuencia en estratos altos es algo cultural, no para suplir necesidades vitales, tienen altos ingresos en sus cargos, poseen ingresos de capital y el nivel de desempleo tiende a cero; algo distinto ocurre en sectores muy pobres, el índice de desocupación es altísimo al igual que sus carencias asunto que produce hambre y desespero, de ahí que surjan los delincuentes rasos víctimas de un Estado excluyente, una sociedad indolente y una iglesia cómplice, situación distinta ocurre con jefes de las organizaciones delincuenciales. Otra tragedia, el tortuoso sistema carcelario por hacinamiento y degradación de la persona, y padecer muchas veces conflagraciones como ocurrió en una cárcel de Soacha en que murieron incinerados decenas de humildes jóvenes, a estos parias al salir de la cárcel nadie les da un trabajo, entonces muchos se ven obligados a continuar delinquiendo.
La represión de la delincuencia debe continuar, el problema es la inexistencia de reales oportunidades para la población, de ahí el fracaso en la lucha contra las actividades ilícitas. Lamentable que el llamado progresismo de Petro no haya respondido adecuadamente ante la tragedia de tener índices de desempleo e informalidad próximos al 80% de la fuerza de trabajo, causa central de nuestros males sociales, mientras valida el asistencialismo; además es censurable la falta de una política para humanizar el sistema carcelario, que se ensaña con el delincuente raso. Sobre la frustración causada por nuestro “progresista” gobierno me propongo elaborar el siguiente escrito.