No es el Universo el imperfecto, el desconfigurado. En su eternidad, transita en armonía y, en su tránsito, reside la Belleza.
Distorsionado, el ojo humano. Educado para la ceguera de lo esencial, para maravillarse con lo insubstancial. Capacitado para escribir versos, contar cuentos, tramar novelas, pintar cuadros, componer canciones…sin la redención de la Belleza original, objeto último de toda obra de arte.
Ojo desconfigurado por tantos condicionamientos sociales, estereotipos mentales para crear montoneras uniformadas, “moral de rebaño” según Nietzsche, alienación según Marx. Canteras de feligreses, cofrades, copartidarios… sin los cuales, ningún poder político o económico sobreviviría.
Ojo urgido de libertad para crear arte, exigencia mínima de toda creación estética. Libre de adiestramiento social, del concepto de belleza oficial, artificial, para allanar el camino a la Belleza original. Ojo emancipado de la bonitura comercial, del estereotipo femenino 90, 60, 90. Ojo de Don Quijote, capaz de ver en una robusta campesina la bella “Dulcinea del Toboso”. Portentoso milagro: ver el eterno femenino en un cuerpo de mujer.
Ojo de artista, dispuesto a compartir los consejos del poeta brasilero Carlos Drummond de Andrade. Abstenerse de escribir sobre los sentimientos, recetas programadas en la consciencia del ojo. Tan internalizados hasta sentirlos propios a pesar de ser ajenos. Sentimentalismos cursis contaminados de ilusiones.
Cuidarse de los pensamientos, fórmulas tatuadas en el alma de la razón. Mantras con sabor a cadenas, a rejas del espíritu. Ideologías al servicio de causas inhumanas, de elites poderosas, para alimentar poderes sin importar el origen: religioso o político, de izquierda o derecha, de occidente o de oriente. Liberarse de los pensamientos para ver la incoherencia humana.
Fugado de los artificios, el ojo creador libera su consciencia o, liberada su consciencia, se libera al ojo creador. Borra los fantasmas disfrazados de realidad y verdad. En libertad, el mundo le reaparece en toda su plenitud, la Belleza le resplandece en toda su armonía y equilibrio. Visualiza el tránsito de la eternidad brillando en un instante y la obra de arte relumbrando en toda su vida.
Lo confirman los versos de César Vallejo: “¡Señores! Hoy es la primera vez que me doy cuenta de la presencia de la vida. ¡Señores! Ruego a ustedes dejarme libre un momento, para saborear esta emoción formidable, espontánea y reciente de la vida, que hoy, por la primera vez, me extasía y me hace dichoso hasta las lágrimas.
Mi gozo viene de lo inédito de mi emoción. Mi exultación viene de que antes no sentí la presencia de la vida…”
Percibir la Belleza original para sentir la vida.