No fue mi interés por la ciencia lo que me otorgó el privilegio de conocer de cerca al Dr. Manuel Elkin Patarroyo, sino el que él siempre demostró por el arte. Lo conocí a comienzos de este siglo cuando me pidió una obra en donación para el Instituto de Inmunología. Luego de colgar la obra en una de las paredes del lobby me llamó para pedirme otra que mantuviera la simetría del espacio. Así fue como mis obras fueron tomándose las paredes de los dos pisos del amplio acceso del edificio de su Instituto y, paso a paso, se fue convirtiendo el Dr. Patarroyo en el mayor coleccionista de mi obra.
Fui invitado en varias ocasiones a su casa. Las paredes estaban cubiertas por obras de Obregón, de Lam, Matta, Botero, Picasso, Villegas… Quedaba demostrada su pasión por el arte y su afán de coleccionarlo.
Me pregunto ahora de dónde surgió ese afán de coleccionar arte, con lo que me llega a la cabeza el recuerdo de las paredes de su oficina en las que no quedaba espacio vacío entre uno y otro diploma -el que hacía falta en esa colección de reconocimientos era el premio Nobel, al que fue nominado en varias ocasiones-. Pero también coleccionaba amistades entre las que se contaban numerosos personajes ilustres de distintas partes del mundo que tenían en su agenda visitar el Instituto. En 2019 convocó a varios premios Nobel al XX Foro Iberoamérica Conocimiento y Sociedad del Futuro, en Bogotá. Para la ocasión realizó una exposición de un conjunto de mis pinturas.
También coleccionaba las publicaciones de sus investigaciones en las más prestigiosas revistas científicas, a lo que le daba mucha importancia. En una ocasión me llevó cientos de fotocopias de esas publicaciones. Como poco o nada entendía me puse a dibujar sobre ellas.
Así como contó con el apoyo de personalidades destacadas también, cómo no, tuvo enemigos de todas las calañas que se atrevieron a atacarlo de la manera más despiadada, ante lo cual no se amilanaba.
P.S.: El siguiente párrafo es tomado de un artículo que escribí en 2021:
“Hace un año el presidente Duque escuchó, pero no aplicó los consejos del Dr. Patarroyo sobre cómo enfrentar una pandemia que apenas se asomaba por estos lares. Acudir a quien lleva cuarenta años estudiando el tema de las vacunas era lo más lógico, lo que no se entiende es por qué no siguieron sus consejos y menos el que se le haya marginado del proceso. Aparte de sus conocimientos, la intuición de este científico se encuentra muy afinada. Pero no solo eso, su Instituto cuenta con un equipo científico de altísima calidad que pudo haber seguido un proceso del que, como él mismo Patarroyo lo dijo, poco o nada se sabía”.
