Si ser adulto, por diferenciación con ser niño y adolescente, es construir mayores niveles de estabilidad emocional, pensamiento formal, responsabilidad social y corrección moral, la adultez no existe
Si ser adulto, por diferenciación con ser niño y adolescente, es construir mayores niveles de estabilidad emocional, pensamiento formal, responsabilidad social y corrección moral, la adultez no existe. El incumplimiento de estos supuestos rangos superiores de comportamiento adulto abunda en la historia de la humanidad y en la vida cotidiana. Difícil es sustentar que la pataleta de un niño por un helado o la pelea entre jóvenes por una chica, es lo emocionalmente inmaduro, y que no lo es matar por celos a la esposa o ex compañera. Peor aún, las diferencias en consecuencias entre comportamientos infantiles, juveniles y adultos son más negativas en las acciones de los mayores. ¿Cuántas guerras no han tenido motivos “infantiles”, es decir, caprichosos, fantasiosos o ególatras? ¿Qué tiene de mesurado acumular centenares de miles de millones de pesos a costa de la pobreza extrema de las mayorías? ¿Qué sensatez acompaña el exterminio de especies animales, como el tiburón y el rinoceronte, por alimentar el falso imaginario de sus poderes afrodisiacos? ¿Qué humildad y fraternidad iluminaría las santas hogueras de la Inquisición? Y no son precisamente los niños y los jóvenes quienes protagonizan tales actuaciones, son los adultos. Por eso algún ingenioso afirmó que la diferencia sustancial entre los adultos y los demás reside en el precio de los juguetes. Algo va de romper una bicicleta o quebrar de una pedrada una ventana, a estrellar borracho un auto contra los peatones o destruir con misiles un país. Esto significa que tener más años no es indicador confiable de una adultez como sinónimo de madurez. Kohlberg lo demostró al descubrir que el desarrollo moral más alto, aquel que nos lleva a actuar por principios universales de benevolencia y no por las presiones externas del castigo o la recompensa, no se consigue por acumulación de años. Piaget nos enseñó que no todo adulto posee un pensamiento avanzado o hipotético deductivo, y que muchos sólo alcanzan un nivel operacional concreto, sin abandonar por completo las explicaciones pre lógicas, mágicas e intuitivas. Freud advirtió sobre la fuerza de lo inconsciente en las acciones de niños, jóvenes y viejos. Con esto no sostengo que los seres humanos de cinco, quince, cuarenta y más años seamos iguales, por supuesto que poseemos diferencias. Pero sí afirmo que tales desigualdades no son tan profundas como suele pensarse. Al menos no para dividir el desarrollo vital en etapas cualitativamente distintas. Somos una amalgama de las mismas cualidades y defectos en reelaboración permanente. Si por adultez queremos designar el obrar sosegado, cauto, racional, desapasionado, de responsabilidad moral y social, la adultez no existe. *Docente Usco-Crecer.