En noviembre de 1814, hace ahora doscientos años, ingresan al Palacio Real de Madrid los que se conocen como los lienzos históricos de Goya: El 2 de mayo en la Puerta del Sol y Los fusilamientos del 3 de mayo, producidos entre 1813-1814, hoy en el Museo de El Prado. Fue Goya (1746-1828) pintor español síntesis de movimientos pictóricos de los siglos XVII y XVIII (Barroco, Rococó, Neoclasicismo), cuya obra anunció además el Impresionismo del XIX, y el Expresionismo y el Surrealismo del XX. Por esto se le considera el umbral del arte contemporáneo, el mayor pintor de su época y uno de los principales exponentes de la pintura universal.
Su obra, testimonio de su tiempo, registra en los dos cuadros aludidos la tragedia de España que comienza a fraguarse en 1807. Napoleón, con el fin de aislar a Inglaterra del continente europeo, pide permiso a los reyes españoles para atravesar el país rumbo a las costas portuguesas. Contó para esto con la complicidad del primer ministro español Manuel Godoy, pues en realidad se trataba de un pacto secreto entre este y el emperador francés para invadir y conquistar a España, en retribución de lo cual se crearía un reino para Godoy en el sur de Portugal. En 1808 continuaba la disfrazada invasión con el consentimiento del traidor Godoy.
Los hechos se precipitaron, pues la intención de anexionar España al imperio napoleónico no podía ocultarse más. Fernando VII fue obligado a abdicar, mientras el pueblo se alzaba a su favor iniciando la resistencia contra el ocupante. El conflicto estalla el 2 de mayo de 1808 con la sublevación del pueblo de Madrid ante la salida de las últimas personas de la familia real, a quienes Napoleón confinó en Bayona para separarlas del país e imponer como rey a su hermano José Bonaparte. Allí, frente a Napoleón, Fernando VII y su familia ofrecerían un lastimoso espectáculo recriminándose mutuamente.
En El 2 de mayo en la Puerta del Sol (http://www.elcuadrodeldia.com/image/90339220448) Goya registra la espontánea insurrección del pueblo de Madrid contra los coraceros polacos y los mamelucos egipcios integrados por Napoleón a sus huestes, en el momento en que invaden la ciudad. Es una obra llena de ímpetu y realismo. Los invasores se defienden, sólo para huir, de este pueblo que con palos y cuchillos rechaza su presencia. El terror se refleja en los ojos de los intrusos y en los caballos que huelen la sangre. Goya se revela aquí como un artista del movimiento y el color, captando la confusa agitación.
En la noche y al día siguiente los ejércitos napoleónicos realizan en Madrid redadas para apresar a los patriotas españoles cogidos con las armas en la mano para ajusticiarlos.
Este es el tema de Los Fusilamientos del 3 de mayo (http://www.biografiasyvidas.com/monografia/goya/cuadros22.htm), obra de protesta simbolizada en la figura del hombre de camisa blanca y mirada despavorida que alza los brazos al cielo pidiendo justicia. Predominan los negros, grises y ocres, cobijados por el firmamento nocturno de Madrid y la torre de una iglesia. La luz entra a través del gran farol que ilumina en especial la figura del hombre de brazos extendidos que va a ser fusilado. El cuadro es la representación del carácter heroico de aquel pueblo de apariencia tosca y ruda, el mismo pueblo del que había surgido Goya, que aguarda prisionero y aterrado el turno de morir. Así, no es sólo la primera gran obra moderna de la locura de la violencia, sino también la expresión de un irreprimible y rebelde deseo de libertad, además de pintura revolucionaria y crónica de la realidad.
La Guerra de Independencia duró seis años y fue un drama espantoso del que Goya habría de ser también insuperable cronista. Bien pronto, intuitivamente hostil al invasor, se siente desgarrado por la tragedia nacional. Produce entonces su segunda serie de grabados, Los desastres de la guerra ( http://www.britishmuseum.org/explore/highlights/highlight_image.aspx?image=ps349053.jpg&retpage=21479).
Bastarían sólo estos grabados para que la fama del pintor fuera inmortal. Plasmó allí acciones sanguinarias y salvajismos terribles, protagonizados por los ejércitos franceses y las guerrillas españolas. Las escenas atroces –combates cuerpo a cuerpo, ejecuciones, prisioneros ahorcados, empalados, mutilados, mujeres violadas, cadáveres yacentes en carretas para ser conducidos a la fosa común- responden a una reflexión profunda que supera las posiciones y actitudes políticas: la de la crueldad humana, la de lo absurdo de la guerra. “¿Por qué?…” Este es el asunto central irónico o doloroso que aparece de continuo bajo las imágenes de esta serie de grabados, que nos ponen a pensar en la Colombia de hoy atrapada en la disyuntiva de la guerra o la paz.