Médica huilense enfrenta el ébola en África

Mónica del Pilar Trujillo Castañeda le puso la cara ‘al ébola’ en Sierra Leona, África.
Mónica del Pilar Trujillo Castañeda, médica de la Universidad Surcolombiana de Neiva, aprendió a reconocer la ‘cara del ébola’ en Sierra Leona, África. El desespero por ayuda, deshidratación crónica, signos de sangrado y confusión, son imágenes que nunca olvidará de las cientos de personas que atendió y en muchos casos no sobrevivieron.

Esta profesional de 42 años de edad, hija del ex director del Sena, Alfonso Trujillo Herrera, casada y madre de dos niños, considera esta enfermedad como terrible, pues hace que las personas que la sufren sean totalmente rechazadas por la comunidad y en algunas ocasiones por su propia familia, hecho inimaginable cuando piensas en una madre, en un hijo o un esposo con su ser querido a punto de morir.


Con médicos africanos cumplen su misión humanitaria.

Durante esta misión como voluntaria de Médicos sin Fronteras, enfrentó el contagio de tres de sus compañeros, que en sus países de origen padecieron discriminación y aislamiento obligado, como si tratara de delincuentes.
Sintió miedo, pero sabía que Dios la había enviado a ese lugar para salvar vidas. LA NACIÓN habló en exclusiva con esta bogotana de nacimiento, pero huilense de corazón.

-Mientras todos huían del ébola, usted se ofreció para luchar contra esta enfermedad en Sierra Leona, ¿Por qué?

Por ser parte de la Asociación Médicos Sin Fronteras, yo recibía mensajes constantes de la enorme necesidad de recursos humanos para enfrentar este virus. En esa misma época estaban sucediendo otras emergencias en Gaza, Siria y el Sur de Sudán, para solo mencionar las más graves.


Como voluntaria de Médicos sin Fronteras, enfrentó el contagio de tres de sus compañeros.

Para mí era muy difícil escuchar todo esto y no hacer algo. Yo sabía que mis condiciones no eran las más fáciles con dos niños pequeños y un esposo con un trabajo de mucha responsabilidad en el que tiene que viajar todo el tiempo. Pero sentí el llamado de Dios y lo puse en sus manos. Conté desde el principio con el apoyo de mi familia y muchas amigas en la India que se ofrecieron a ayudar con los niños. Sin este apoyo, no hubiera podido realizar esta misión. Dios nos abre puertas y envía ángeles a ayudarnos cuando quiere que sigamos un camino determinado.

-¿Qué sabía de la enfermedad hasta ese momento?

Sabía que era un virus que se contagiaba por medio del contacto con líquidos corporales, que producía una fiebre hemorrágica, sabía que su mortalidad era entre el 50-90% y que no existe una vacuna o medicina para curarlo, que solo se da manejo sintomático a los pacientes. También sabía que debía de usar un traje protector para el manejo de los pacientes.

-¿Cómo define el ébola?

Es una enfermedad terrible, pues hace que las personas que la sufren sean totalmente rechazadas por la comunidad y en algunas ocasiones por su propia familia. Es aterradora porque el consejo es que no las puedes tocar, pero, ¿cómo le dices eso a una madre con su hijo enfermo? o a un esposo cuidando a su esposa, o a un hijo al lado de su papá agonizando. Cuando te pones en su lugar, tú sabes qué harías exactamente lo mismo porque son tus seres queridos. Es espantosa porque los primeros afectados son trabajadores de la salud que en estos países son muy pocos, muchos de ellos dejan de trabajar por miedo y los que son valientes y deciden trabajar, son discriminados de manera sistemática por la sociedad y sus propias familias.

¿Es tan letal y grave cómo los informan los medios del mundo?

El subtipo Zaire que es el responsable de esta epidemia tenía hasta ahora una tasa de mortalidad conocida del 70-90%, pero en varios centros de tratamiento de Médicos Sin Fronteras hemos visto esta tasa de mortalidad reducida. En el centro donde yo trabajé tuvimos en un momento dado tasas de mortalidad del 30-35%. Por supuesto que hay muchas variables para estos resultados, pero algunas de ellas son el pronto diagnóstico y tratamiento, como en la mayoría de enfermedades.


 

-¿Los medios de comunicación dicen la verdad sobre el ébola?

Algunos medios son objetivos y como siempre existen aquellos que son sensacionalistas y lo que logran con eso es crear pánico en la sociedad. El ébola existe, es real y es una enfermedad que fue descubierta desde el año 1976. Nunca habíamos tenido una epidemia de esta magnitud y nunca había salido de África. Lamentablemente solo cuando esto sucedió fue que los medios le dedicaron más atención.

Lo realmente triste es lo que ha pasado en Estados Unidos, pues conozco muy de cerca la experiencia de mi compañera y amiga Kaci Hickox, quien fue puesta en cuarentena forzada en una carpa fuera de un Hospital en Nueva York. Al regresar a su casa en Maine, tuvo que llevar su caso a juicio para poder tener libertad de salir de ella y llevar una vida normal. Muchos medios y gente del común la han tratado como si fuera una criminal, cuando en realidad es un ser generoso y compasivo que decidió arriesgar su vida para salvar a quienes la necesitaban.

-¿Qué situaciones de esta experiencia la han llevado a la nostalgia, a la tristeza, a la reflexión?

Son muchas las experiencias y todas ellas han sido muy enriquecedoras. El estar en un país como Sierra Leona en el medio de la más grande epidemia del Ébola te hace reflexionar mucho. Este es un país que sufrió 11 años de una de las más sangrientas guerras civiles en el mundo que apenas terminó en el año 2002 (La película diamantes de sangre de Leonardo Di Caprio se basa en ese conflicto).

-¿Qué historias recuerda de su día a día?

Es bastante triste escuchar historias de pacientes que han perdido a sus padres, hermanos, hijos o peor aún, aquellos que han perdido a toda su familia y son los únicos sobrevivientes. Ellos son quienes los han cuidado hasta su muerte, esas imágenes para ellos no se borrarán y les tomará mucho tiempo recuperarse.
También encontré historias de esperanza y de alegría con aquellos pacientes que se recuperan, testimonios de fe de aquellos que dan gracias a Dios por haber sobrevivido y poder tener al menos uno de sus hijos con ellos, relatos de amor de pacientes que se están recuperando y nos ayudan a cuidar a aquellos huérfanos que llegaron solos al centro de tratamiento, historias de colegas nacionales e internacionales que han dejado sus familias y confrontan sus temores por ayudar al prójimo. Todas esas experiencias son invaluables y un verdadero tesoro para mí.

-¿El miedo siempre está o desaparece con los días?

Esto es algo difícil de describir, pues es algo que siempre está presente de una forma u otra. Personalmente mi fe me acompañó en todo momento y sentí la presencia de Dios y la Virgen allí cuidándonos. Pero claro, en ocasiones te ponías a pensar que las posibilidades de infección siempre estaban allí y más aún cuando algunos de nuestros colegas se infectaron. El miedo debe ser controlado pues si sientes demasiado miedo no puedes trabajar así y te constituyes en un riesgo para ti y los demás.

-¿Es duro ver la muerte tan cerca?

Claro que es duro, especialmente por la forma como mueren, por su cara y su mirada. Esos gestos no se me olvidarán nunca, como no se me olvidará su desespero por ayuda. Muchos llegaban deshidratados, con signos de sangrado, confusos y en general así morían. Aprendimos a reconocer la “cara del ébola”. Tenían una mirada perdida, fija y hablaban muy lento y de manera confusa.

-Una de sus compañeras de nacionalidad Noruega resultó con la enfermedad y se convirtió en noticia en el mundo ¿cómo pasó?

Ella era la otra médica que trabajaba conmigo. Después de una investigación rigurosa se llegó a la conclusión que su contagio había sido en el ‘triage’, que era donde valorábamos los pacientes antes de ser admitidos. Después de este incidente se realizaron varios cambios en el protocolo. Ella se aisló, inmediatamente presentó fiebre y después de que se confirmó su diagnóstico fue evacuada inmediatamente a Noruega, en donde fue tratada. Gracias a Dios, al igual que nuestros otros dos colegas internacionales logró recuperarse. Este fue tal vez el momento más difícil, para el proyecto, pues al mismo tiempo tuvimos algunos colegas nacionales infectados. Estos sucesos hacen que sientas de una manera mucho más personal la enfermedad y entender mejor lo que pacientes en una medida muchísimo mayor están viviendo.

-¿Es alto el riesgo de atender a los pacientes con esta enfermedad?

El riesgo es muy alto si no se cuenta con el equipo de protección personal. El PPE por sus siglas en inglés (protective personal equipment), es el traje que se puede ver en los medios y que cubre cada milímetro de tu piel. Este cuesta casi 100 dólares americanos y es desechable en su mayoría, con excepción de las botas, el delantal plástico y la careta. Retirar el traje es la parte más delicada, pues has estado en contacto con el virus y debes hacerlo siguiendo pasos muy determinados mientras alguien te da las instrucciones y te baña con una solución de cloro. Con este traje solo puedes durar una hora pues es bastante caliente y la temperatura afuera también es bastante alta, por eso cuando terminas estas deshidratado, cansado y un poco desorientado. Esta es la razón por la cual debes de seguir las instrucciones que te dan cuidadosamente pues en ese estado es muy fácil equivocarse.

-¿Cómo se puede controlar la enfermedad?

Esta epidemia ya se hubiera controlado hace tiempo si la respuesta mundial hubiera sido más temprana. Médicos sin Fronteras empezó a trabajar en el área de la epidemia desde marzo de este año y estuvimos casi solos en el terreno por mucho tiempo. Muchas solicitudes de ayuda se hicieron, incluyendo presentaciones en la ONU. La respuesta ha sido muy lenta y esa es una de las grandes razones por las cuales está fuera de control.

-¿Qué deben hacer nuestras autoridades?

Educar a la población para que conozcan los síntomas de la enfermedad, ofrecer detección temprana y aislamiento inmediato de los casos sospechosos para evitar el contagio de otras personas. Se debe tener laboratorios para el diagnóstico y la transferencia de los mismos a centros de tratamiento que son todavía muy escasos. Además, si se requiere, tener un sistema para el entierro seguro de los muertos por el virus del Ébola, pues ellos son los más contagiosos. Para esto se necesitan millonarios recursos, no solo financieros sino humanos. Es responsabilidad de todos los gobiernos de poner su grano de arena para terminar con esta epidemia lo más pronto posible.

Háblame por favor de su labor humanitaria

Me vinculé con Médicos Sin Fronteras en el año 2005 desde la oficina de Londres y he estado en diferentes misiones junto a mi esposo. La primera fue en el Sur de Sudán por un año antes de que el país se separara. De allí salimos un año para la India en donde trabajamos en el estado de Assam con desplazados de la violencia racial en esos sitios. Trabajé hasta que tenía 36 semanas de embarazo y tuve a mi primer hijo Benjamín en Inglaterra, hoy con siete años.

Trabajé en Myanmar (Birmania) en donde fui asesora médica de cinco clínicas de VIH-SIDA en la capital Yangon y mi esposo en el equipo de coordinación. Allí quede embarazada de mi segundo hijo, el cual planeé tener en Colombia pero nació prematuro a los 8 meses en Inglaterra. A los tres meses de Sebastián, salimos para Zambia en donde mi esposo trabajó como Jefe de Misión y yo trabajé por dos meses en una epidemia de sarampión en la capital Lusaka.

-Cómo se unió a Médicos Sin Fronteras?

Nací en Bogotá, hice un año de intercambio estudiantil en Estados Unidos y después de regresar entré a estudiar medicina en la Universidad Surcolombiana en Neiva. Durante el final del internado realicé mis últimas tres rotaciones en un intercambio en España. De allí me fui al Amazonas (Colombia) en donde hice mi año rural en San Rafael del Caraparana. Esta ha sido una de las experiencias más maravillosas en mi vida pues trabajé en una comunidad huitoto bastante aislada. Esa experiencia confirmó mi deseo de trabajar en ese tipo de contexto en regiones en donde el acceso a los servicios de salud es limitado. Como ya conocía de la organización Médicos sin Fronteras por su trabajo en varias regiones de Colombia, me sentí identificada con sus principios y nació mi interés de vincularme.

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