En su libro La tiranía de la información. El papel actual de la comunicación (2002), Ignacio Ramonet, periodista español y figura del movimiento antiglobalista, sostiene que la información, sustancia del periodismo, está en crisis porque la prensa escrita experimenta un considerable descenso de difusión y una grave pérdida de identidad, proveniente de los cambios que en las últimas décadas han sufrido algunos conceptos básicos del periodismo.
Para empezar, dice, ha cambiado la idea misma de información. Antes informar era ofrecer la descripción precisa y verificada de un hecho o acontecimiento de forma contextualizada para permitir al lector su comprensión profunda. Hoy esto ha cambiado por influencia de la televisión –dominante en la jerarquía de los Medios- que expande su modelo. Informar es ahora enseñar la historia sobre la marcha o hacer asistir, si es posible en directo, al acontecimiento. Se supone así que la imagen de este o su descripción basta para darle todo su significado y se establece la ilusión según la cual ver es comprender. En consecuencia, cualquier hecho deberá tener una parte visible o televisable. A este paso, continúa Ramonet, en el cara a cara televisor-historia podría llegar a sobrar el propio periodista.
Ha cambiado también el concepto de actualidad. La televisión, con el impacto de sus imágenes, selecciona los hechos a destacar y obliga a la prensa a seguirla. Construye la actualidad, crea un shock emocional y condena al silencio y la indiferencia a los hechos carentes de imágenes. La importancia de los acontecimientos sería entonces proporcional a su riqueza de imágenes. El tiempo de la información también se ha modificado. Prima ahora la instantaneidad (el tiempo real), el directo, que sólo pueden brindar la televisión y la radio. Esto hace envejecer a la prensa diaria, forzosamente retrasada respecto a los acontecimientos, y demasiado cerca, a la vez, para poder tomar distancia de ellos y derivar todas las enseñanzas de lo que acaba de darse. En opinión de Ramonet la prensa escrita acepta así la imposición de tener que dirigirse no a ciudadanos sino a telespectadores.
Y de igual modo se ha modificado el concepto de veracidad de la información. Los criterios objetivos, rigurosos y verificados en las fuentes se han reemplazado por otro proceder: una especie de repetición de informaciones por parte de otros medios a partir de la inicial versión televisiva de los acontecimientos. Así esta última se acredita como verdadera. Los media no saben distinguir estructuralmente lo verdadero de lo falso. De ahí que resulte vano intentar el análisis de la prensa escrita aislada de los otros medios de comunicación, en ese universo en donde los Medios y los periodistas se repiten, se imitan, se copian y se mezclan hasta el punto de constituir un único sistema de información.
La prensa compite con el medio audiovisual en materia de mercadeo y deja de lado la lucha de las ideas. En un mundo complejo en el cual ha terminado la Guerra Fría, fascinada por la forma olvida el fondo: la primera página se concibe como una pantalla, se abrevian los artículos, se personaliza excesivamente a los periodistas, y se prioriza el sensacionalismo y la práctica generalizada de la desmemoria de informaciones que han perdido actualidad.
En este contexto, según el autor, la información es superabundante y está dirigida al corazón, no a la razón, a través del shock emocional causado por las imágenes en el espectador. Pero una información considerada sólo desde una óptica puramente cuantitativa no resuelve el problema de la relación entre información y libertad: en el mundo de hoy a mayor información corresponde menor libertad. Lo que aumenta es la confusión, producto de la forma moderna de la censura consistente en superañadir y acumular información. La forma moderna de la censura no es la supresión de información, es el agregado de información: “La información…se ha tornado prolífica y pululante. Junto con el agua y el aire, se trata…del elemento que más abunda en el planeta. Cada vez menos cara, en la medida en que aumenta su caudal, pero como sucede con el aire y el agua, cada vez más contaminada.”
Hoy la información, continúa Ramonet, se ha convertido en una mercancía atendiendo a criterios de rentabilidad. Recuerda a este respecto que durante los debates de clausura de la Ronda Uruguay del GATT en 1994, Washington abrió acceso a la idea según la cual la comunicación debe ser considerada como un “servicio” y regirse entonces por las leyes generales del comercio. Hoy es el mercado el que hace funcionar las cosas. En un contexto de guerra mediática encarnizada, en que se mueven gigantes que pesan miles de millones de dólares, pregunta Ramonet: ¿Cómo podrá sobrevivir una prensa independiente?