Con muchos más problemas de los previstos han arrancado las administraciones públicas territoriales en el Huila, por obra y gracia tanto de la forma apresurada en que muchos alcaldes salientes fueron desocupando la Casa Municipal como la falta de coordinación en los empalmes y, para agravar, las mismas condiciones del invierno, que amainó pero empieza a registrar sus estragos en las más importantes carreteras. No la han tenido nada fácil los nuevos gobernantes, pasada la resaca de las celebraciones tanto de la posesión como del nuevo año. Algunos, como en Garzón y Pitalito, se encontraron con que los bienes inmuebles municipales, incluyendo las mismas sedes administrativas, quedaban el primero de enero al garete, sin vigilancia por la terminación de los contratos de seguridad, al igual que las calles repletas de basuras por la no renovación de los contratos de las “escobitas” e incluso, como lo ha denunciado la personera garzoneña, los funcionarios sin pólizas de seguros. Y todo ello porque, como en Pitalito, el nuevo alcalde Pedro Martín Silva se dispuso a ejercer pero el Concejo no había renovado las facultades del burgomaestre para contratar. Buena parte de estas cosas suenan a improvisación y falta de real coordinación entre los mandatarios salientes y entrantes, quedando sobre el aire la pregunta de qué pasó con las pomposas comisiones de empalme que tienen, incluso, un completo manual para no equivocarse en la tarea. Y por los lados del Departamento no escampa. La “maldita Niña” y la “maldita desidia y corrupción” han dejado las principales carreteras en estado colonial, convertidas casi en caminos de herraduras y con grave riesgo de empeorar. Como si no bastara el drama del occidente huilense por la increíble demora en las obras del puente Paso del Colegio, ahora día a día se viven bloqueos entre Campoalegre y Hobo, entre Hobo y Gigante, entre Gigante y Garzón, Garzón-Altamira, Altamira-Pitalito y hasta San Agustín. El desastroso estado de nuestras principales vías sólo transmite desolación. Y la más nueva, la nacional de Isnos a Popayán ya soporta un tráfico de alto tonelaje que nadie previó cuando se diseñó su pavimentación, lo que hace temer por su pronto deterioro. En tanto, la agitación ciudadana ha ido en aumento, mezclando tanto la ira por la negligencia en las carreteras y puentes como la permanente discusión por el proyecto El Quimbo. En este caso, más allá de atenernos al entorno jurídico, sí es necesario que la señora Gobernadora y el bloque de congresistas vuelvan a sentarse a discutir sus alcances, como quedó planteado tras el debate en plenaria del Senado el año pasado. En medio de todo, pareciera que las vacaciones de nuestros congresistas han sido bastante largas. No se les ha escuchado ni visto frente a todo este panorama regional, quizá el peor en materia de infraestructura vial de los recientes años, y con un movimiento de protesta amorfo de ciudadanos que, si no se toman medidas a tiempo ni les escucha y atiende como corresponde, se convierten en “bombas sociales”.