Mauricio Tapia Payanene nació el 31 de diciembre de 1902 y hoy a sus 110 años de vida es un ejemplo de alegría, de lucidez mental, de vigor y energía. Mauricio Tapia Payanene nació el 31 de diciembre de 1902 y hoy a sus 110 años de vida es un ejemplo de alegría, de lucidez mental, de vigor y energía. Este abuelito de tez morena, pies descalzos descansa su extensa existencia en una humilde casa del barrio Las Cristalinas de Neiva. Hoy un poco enfermo lamenta la muerte de su esposa Carmen quien hace 15 días falleció. Necesita ayuda para seguir viviendo. LA NACIÓN, NEIVA La sonrisa de Mauricio Tapia Payanene se escucha desde el 31 de diciembre de 1902 en Natagaima y 110 años después, sus carcajadas se oyen con más efusividad en su humilde casa del barrio Las Cristalinas de Neiva. Esas carcajadas con fuerza que da este hombre que tiene hoy 110 años de vida, son ejemplo de una larga existencia bien llevada, con alimentación sana, una esposa que lo quiso por más de 50 años, ocho hijos que le regaló su amada María Carmen Capera, su trabajo hasta hace cinco años, unas cuantos traguitos de licor y mucha fe en Dios. Don Mauricio es un hombre admirable, con 110 años a cuestas todo lo recuerda, todo lo sabe, todo lo extraña. Postrado en su cama porque se partió una pierna en su finca en San Andrés Tello, con los quebrantos de salud normales de su larga edad, aún se aferra a la vida, esa que ha visto evolucionar por más de un siglo cuando recorría las calles polvorientas de su natal Natagaima en el Tolima hasta el mundo moderno que lo invadió, pero que aceptó con paciencia. “Lo que más recuerdo es Natagaima, allá conocí a mi esposa, recuerdo el tren, era todo bonito”, dijo lúcidamente este hombre de tez morena, cuerpo robusto, ojos tristes, tal vez, porque aún llora a su amada Carmen quien lo dejó solo en este mundo el pasado 31 de diciembre, el mismo día que celebró su cumpleaños 110. Desde ese día dicen sus familiares, cambió un poco su vida. “Recuerda mucho a doña Carmen, la llama, llora, fueron 50 años los dos, fueron felices. Don Mauricio vivía con ella y con uno de sus hijos en San Andrés Tello, pero luego del entierro nos lo trajimos para Neiva, pero su estado de ánimo decayó un poco”, dijo Zunilda Osorio, nuera del abuelo Mauricio. Dijo la mujer, quien lo asea, lo acuesta, le da de comer, que a pesar de su larga vida don Mauricio come de todo, juega con sus nietos, cuando le dicen que si le consiguen una novia, suelta un sí con una larga carcajada. “Ha sido un hombre muy alegre, trabajador, estuvo trabajando en la finca hasta hace cinco años, su salud ha sido buena, pocas veces se enfermó, pero nos lo trajimos porque quedó solo en San Andrés Tello y no era justo que a su edad siguiera allá” dijo la mujer mientras lo consiente en su cama. Ayudas Lo único que le piden sus familiares y a Dios es que le regale muchos años más de vida. Aunque don Mauricio dice con otra sonrisa que ya es hora que el de arriba se lo lleve, sus hijos, nueras, yernos, vecinos, sus dos hermanas y demás descendientes esperan celebrar el 31 de diciembre su cumpleaños 111 con una gran piñata, porque le gusta jugar con los niños. Pero para que ese regalo de 111 años no se frustre, y a pesar de que está triste, los médicos le revisaron su salud, y está algo débil su corazón, por eso urge que en Comfamiliar donde se encuentra afiliado, le entreguen rápidamente los medicamentos que le recetó el galeno. “El médico que lo vio dijo que estaba algo débil su corazón y para mejorar su salud le dio unos medicamentos, pero no los entregan en Comfamiliar porque estaba afiliado en San Andrés Tello, entonces debemos realizar el traslado para que se los den. Por eso, pedimos a los directivos que esto es asunto a parte, este es un favor de vida para un abuelo que quiere seguir viviendo luego de entregarlo todo por más de un siglo”, indicó su nieta Esperanza Tapia. Los familiares del abuelo piden que les ayuden con pañales, artículos de aseo y hasta la manera de conseguirle un auxilio funerario porque no lo tiene, ya que no quieren que les pase lo mismo con el entierro de doña María Carmen, que no poseía ese auxilio y por ser la familia de recursos bajos, les tocó hacer muchos trámites para sepultarla. Mientras tanto, a don Mauricio lo único que le importa es vivir, dice que ya todo lo conoció, todo lo analizó, es feliz, notó cómo cambió ese humilde mundo que lo vio nacer y que hoy se pasea cerca a sus pies descalzos protagonistas del largo andar de su vida. El sigue riéndose con sus nietos, recordando a su amada Carmen, comiendo de todo lo que le dan, porque sabe que 110 años son el mejor regalo que le dio Dios y espera que le regale más años para ver a su gente que el vio nacer y que lo hicieron feliz en su larguísima vida.