Gabriel García Márquez siempre nos ha dicho que su inspiración macondiana fue la realidad nacional, los hechos pueblerinos, los acontecimientos cotidianos revestidos de carácter insólito, las cosas que el colombiano común y corriente asume así, como si fuesen ordinarias y no lo que son, exóticas y asombrosas Gabriel García Márquez siempre nos ha dicho que su inspiración macondiana fue la realidad nacional, los hechos pueblerinos, los acontecimientos cotidianos revestidos de carácter insólito, las cosas que el colombiano común y corriente asume así, como si fuesen ordinarias y no lo que son, exóticas y asombrosas. La revelación del contralor Distrital de Bogotá, Mario Solano, de pagos millonarios – con recursos del erario – por los servicios de un chamán, brujo, nigromante, zahorí o, como el mismo individuo se define, radiestesista, para prevenir o evitar la ocurrencia de lluvias durante la final del Mundial de Fútbol Sub 20, sobrepasa a cualquier novela macondiana. Y de paso, el “poderoso” hechicero afirma que los mismos servicios los prestó durante la posesión del presidente de la República, Juan Manuel Santos, en agosto de 2010. Que miles de colombianos, y en general un grueso número de habitantes de la tierra, acudan a los supuestos poderes benéficos, o maléficos también, de pseudocientíficos, pregonados “doctores” de la sanación, es un asunto ya milenario y no tiene mayor reproche si se trata de una decisión individual, personal y asumiendo de su bolsillo los costos de tal insensatez y, en muchos casos, sus peligrosas consecuencias. Pero que nos cuenten que del bolsillo de todos, de los impuestos, de lo que debe dedicarse a asuntos prioritarios como salud, educación o seguridad salgan millones para contratar a un tunante revestido de supuestos poderes mágicos con el fin de que detenga las lluvias, sí raya cualquier racionalidad y pudor oficial. La superchería en oficinas del Estado, que ya fue objeto de agudo debate con el entonces fiscal Mario Iguarán y su astrólogo de cabecera Armando Martí, no tiene ningún fundamento, no soporta análisis alguno, es una verdadera falta de seriedad y una completa irresponsabilidad. ¿Dónde está el estudio de conveniencia, y de costos de mercado, y de justificación legal para un gasto de esta naturaleza? Por supuesto que el caballero tolimense, de Dolores para más señas, contratado para estos exóticos menesteres, no parece tener ninguna responsabilidad, más allá de seducir a encopetados funcionarios de la capital nacional que no sólo creen sus cuentos y argucias sino que, además, se los patrocinan con nuestro dinero, el que pagamos en impuestos. Semejante insensatez, en pleno siglo XXI, contando con los más avanzados mecanismos de detección y predicción aproximada de los fenómenos atmosféricos, tiene ya ribetes de ridiculez extrema, asimilable al ingenioso “Embajador de la India” que engatusó a la sociedad neivana de los años 60. Ya la historia de La Bruja, notable obra periodística de Germán Castro Caicedo, nos había detallado los entretelones de las relaciones pintorescas del alto poder con una lectora de tabaco. Parecían épocas superadas, propias del provincialismo que hasta hace poco el país ha venido superando. Pero no, de Dolores, Tolima, al estadio El Campín y a la mismísima Casa de Nariño ha llegado el “efectivo” chamán dominador de nubes y tormentas. Para qué el IDEAM, de qué sirven satélites, qué necesidad tenemos de los meteorólogos. El chamán es el man. EDITORIALITO La visita realizada por el director de Invías Carlos Rosado a las zonas afectadas por el invierno, le sirvió para confirmar la gravedad de la emergencia. La crítica situación no tiene espera y debe servir para reforzar la inversión para mitigar los daños en las vías.