‘Ningún taller hace escritores’

El poeta y ensayista caucano Felipe García Quintero estuvo en Neiva dictando un taller sobre Imagen y Literatura. Recuerda que ‘ser escritor es ante todo ser un buen lector’. El poeta y ensayista caucano Felipe García Quintero estuvo en Neiva dictando un taller sobre Imagen y Literatura. Recuerda que  ‘ser escritor es ante todo ser un buen lector’. Heber Zabaleta Parra LA NACION, Neiva “Aunque ningún taller hace escritores, sí les permite a los participantes formarse en adquirir un sentido crítico de su propio trabajo y tener un criterio mejor para juzgar la obra de los demás”, afirma el poeta y ensayista caucano Felipe García Quintero en diálogo con LA NACION. García Quintero, autor de los libros El pastor nocturno, Horizonte de perros, Siega, Mirar el aire, La herida del comienzo, Vida de nadie, entre otros y que han sido ganadores de premios nacionales de Poesía y Literatura, estuvo en Neiva compartiendo sus experiencias  con los integrantes del Taller Relata. ¿Qué secreto encanto lo motiva a escribir poesías? Parece no haber ya temas vetados o prohibidos en poesía, todo ha sido cantado y por eso mismo todo debe volver a ser cantado otra vez de nuevo. Y es justo la expresión “secreto encanto” lo que me lleva considerar la palabra poética como albergue del misterio. Creo que la poesía es el doble intento por descifrar el misterio y volverlo a cifrar. Quiero decir con esto que mis motivos responden a una suerte de mitología personal, como llama Hugo Friedrich al gesto moderno que hace posible el tratamiento singular de los viejos tópicos (la libertad, el amor, la justicia, la muerte, el conocimiento, entre otros pocos más). Ahora transito por un lugar acaso insólito, poco común como es la experiencia religiosa. Antes he abordado los temas de la orfandad humana, el lenguaje, la comunicación. Eludo, quizá por incapacidad, el referente amoroso. Ya Rilke dejó en claro que se requiere de una fuerza interior, grande y madura, para producir algo propio, allí donde abundan los lugares comunes. Y en el ensayo, donde usted también incursiona, ¿qué encuentra o qué busca dejar? Mi incursión en el ensayo está determinado por mi formación como estudiante y docente de literatura. Para cumplir con requisitos académicos he escritos sendos estudios sobre problemas de la cultura literaria y del arte en Colombia y América Latina. Aunque el ensayo académico es una rara especie que no goza de la libertad de la escritura literaria, yo lo empleo para reflexionar con rigor en torno a cuestiones singulares, asuntos un tanto domésticos pero importantes, ya que no son atendidos por la academia como es la tradición regional. Creo que la Universidad en Colombia está en deuda con las regiones para construir, por ejemplo, una historia literaria desde los márgenes y las fronteras de los cánones establecidos. Usted está a punto de cumplir 40 años, ¿cómo ha hecho para publicar cinco libros de poesía e igual número de ensayos? Cuento con 38 años y he escrito catorce libros: ocho de poesía, cinco de ensayos y un libro de viajes por México. Claro, no todas estas obras se han publicado aún, pues la edición es uno de los problemas culturales de la literatura bastante generalizado entre nosotros. En mi caso he logrado divulgar algunos de estos libros gracias a estímulos obtenidos en concursos y a que algunas editoriales universitarias se han interesado en mi trabajo. También cuenta la autoedición y la ayuda de editoriales independientes que hacen posible que la poesía tenga vida propia, al margen de la hegemonía que ejercen los monopolios trasnacionales que desprecian el género porque no se vende. Mi obra ensayística ha sido divulgada a través de revistas y publicaciones periódicas en el país y el exterior. Esta opción hace que las ideas circulen de manera más rápida y que lleguen a un número selecto de lectores. Una ventaja de la revolución tecnológica de las comunicaciones es que permite ampliar a un número indeterminado de usuarios lo que se escribe para unos cuantos. De sus viajes por Colombia como tallerista de Relata, ¿cuál es la sensación con la cual regresa a Popayán? Llevo la mejor impresión. El taller Relata de Neiva es uno de los mejores del país, junto a los otros 40 talleres de escritura creativa que conforman la red que auspicia el Ministerio de Cultura y algunas instituciones como el Banco de la República, están realizando una labor muy importante de formación lectora y escritora en el país, que de seguro contribuye a la configuración de una generación nueva de escritores colombianos. Aunque ningún taller hace escritores, sí les permite a los participantes formarse en adquirir un sentido crítico de su propio trabajo y tener un criterio mejor para juzgar la obra de los demás. Valga recordar que ser escritor es ante todo ser un buen lector. ¿Qué aprendieron los asistentes al taller Imagen en la Literatura que usted dictó en Neiva? La metodología de trabajo que empleo es el diálogo creativo que toma la experiencia literaria a modo de ejemplo para socializar algunas ideas como aquella de la imagen poética como eje del cual gravita la mirada creadora, la que descubre un sentido y lo enseña, lo cual viene a determinar el punto de vista y la forma de contar una historia. Por cuanto ver es narrar, la imagen será entonces un aspecto clave a determinar del universo literario. Los libros y los escritores que usted recomendaría hoy a un aspirante a escritor, ya sea de poesía o narrativa Puesto que es imposible leer todos los libros, la opción viable es elegir algunos cuantos. Leer es importante, pero releer es lo más significativo. Se puede empezar a leer por donde se quiera. Ningún orden es excluyente para llegar a las lecturas personales claves. Yo tengo preferencia por ciertos autores clásicos del siglo XX que me enseñan a ver el mundo, a vivirlo. Puedo mencionar a los poetas herméticos italianos (Ungaretti, Montale, Cuasímodo), a Eliot y W. Stevens de Estados Unidos, a Dylan Thomas de Gales, a Vicente Aleixandre y García Lorca de España, a Pessoa de Portugal. Entre los judíos de lengua alemana me gusta Paul Celán y el francés René Char. Incluyo en esta lista incompleta a los poetas mayas de Mesoamérica y la tradición oral viva del pacífico colombiano. De la literatura del Huila, ¿qué conoce, cuál es su opinión? Conozco bien la obra de los poetas huilense de mi generación: Winston Morales, Jáder Rivera y Esmir Garcés, tres buenos poetas con una voz propia cada uno, aún en marcha.  También destaco el trabajo que realiza el escritor Amadeo González en Garzón. Desde hace más de 30 años edita su revista Cuatro Tablas, y desde hace unos meses anima la producción literaria y lectora con el Centro Cultural Cuatro Tablas y los cuadernos Cuatro Tablas, que ha editado 5 libros hasta el momento, todo ello con recursos propios. Y de sus experiencias en el exterior, ¿cómo se alimenta espiritualmente para sus creaciones? He tenido la suerte, gracias a la obtención de becas de estudio y de creación, de vivir temporadas en Quito, Madrid y México, en calidad de estudiante y escritor. La toma de distancia respecto al suelo natal, de la casa, la familia, los amigos, es lo que permite mirar mejor lo que somos, de reconocernos en esa diferencia; un trabajo arduo, difícil pero gratificante que ayuda a configurar el universo artístico, gracias también al contacto con lo ajeno. La experiencia de “ser nadie”,  como llamó Homero a la condición de extranjería, el síndrome de Ulises, fortalece mucho el sentido de la identidad y abre los caminos de la creación.  Una obra mía en particular fue el resultado de esa experiencia, se trata de un libro de viaje por México titulado “Diario sucio”. Con mi hija Susanita, que por entonces tenía 8 años, recorrimos 21 ciudades durante 70 días. Fueron cerca de 6000 kilómetros de trayectos en bus. Ese viaje fue algo maravilloso para mi vida como padre y escritor. Felipe García Quintero

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