El ligero tropiezo en la instalación de las mesas de concertación sobre los impactos medioambientales, sociales y económicos producidos por la construcción del proyecto hidroeléctrico El Quimbo, por diferencias entre pescadores y los delegados del Ministerio del Medio Ambiente, no debe dejar perder el ánimo ni la fuerza de las últimas semanas en la búsqueda de una salida favorable tanto para las comunidades afectadas y el Huila en general como para la obra misma. El ligero tropiezo en la instalación de las mesas de concertación sobre los impactos medioambientales, sociales y económicos producidos por la construcción del proyecto hidroeléctrico El Quimbo, por diferencias entre pescadores y los delegados del Ministerio del Medio Ambiente, no debe dejar perder el ánimo ni la fuerza de las últimas semanas en la búsqueda de una salida favorable tanto para las comunidades afectadas y el Huila en general como para la obra misma. Estamos en un momento clave para el futuro de un proyecto que en ningún momento, incluso durante el otorgamiento de la licencia ambiental, tuvo oposición o voces críticas; al contrario, desde cuando se habló por primera vez de la hidroeléctrica El Quimbo a finales de la década de los 80, la iniciativa sólo recibió respaldo y fue convirtiéndose paulatinamente en uno de los tantos proyectos que los huilenses veíamos pasar promesa tras promesa, ilusionados porque se convirtiera en realidad. Seguramente la esperanza de obras y planes industriales de gran envergadura en la región no dejaron ver el real impacto negativo que un proyecto de tal tamaño ocasiona, y nos concentramos en sus beneficios de provisión de empleo e ingresos. Pero aquí estamos, con la hidroeléctrica ya construyéndose, cientos de personas empleadas, proveedores regionales favorecidos, compensaciones ejecutadas o en proceso de pagarse y decisiones jurídicas en firme. Por ello lo que resta es hablar, concertar y hablar, intentar acuerdos favorables para las partes pero con sensatez y los pies sobre la tierra. Las peticiones y exigencias tanto al Gobierno Nacional como a Emgesa, la responsable del proyecto, deben partir de bases reales, tanto jurídicas como administrativas, y no producto del calor y la emoción de las protestas. El mismo tropiezo de la primera jornada da una idea de las talanqueras inútiles que suelen surgirle a este tipo de procesos de negociación colectiva. No tiene visos de madurez que un grupo de pescadores se obstine en permanecer en una zona, por pura terquedad, dando motivos impertinentes para provocar el fracaso de una reunión que tiene muchísima mayor importancia que la faena de pesca de un día. La discusión no será fácil ni corta. Las partes tienen razones poderosas para defender sus respectivas posturas, pero en todo caso se debe partir de un hecho real e incontrovertible: la hidroeléctrica El Quimbo ya se está construyendo y será productora de energía para el país. Pensar en detenerla y que no se haga es una mera ilusión de sus más férreos opositores. La magnitud de los costos para el país de una medida como esa serían muchísimo mayores que la obra misma; estamos hablando de un proyecto que ya compromete más de 800 millones de dólares, esto es casi tres veces el presupuesto anual del Departamento del Huila. Que se discutan las compensaciones, que se exijan condiciones ambientales estrictas, que se hable y se llegue a acuerdos. Es el camino. “Por ello lo que resta es hablar, concertar y hablar, intentar acuerdos favorables para las partes pero con sensatez y los pies sobre la tierra”. Editorialito La reglamentación de la llamada ‘Ley antibolillo’ es un gran avance para enfrentar la agresión a las mujeres, como una práctica machista ancestral. Pero debe socializarse. Una gran pedagogía para que funcione en éstas zonas donde la violencia intrafamiliar es alarmante.