Mientras el mundo gasta centenares de miles de millones de dinero de todo orden, a diario y sin descanso, en tratar de combatir el narcotráfico Mientras el mundo gasta centenares de miles de millones de dinero de todo orden, a diario y sin descanso, en tratar de combatir el narcotráfico, especialmente el que se deriva de los negocios de la cocaína y el opio, otros males mucho más graves en sus consecuencias tanto sociales como económicas y, sobre todo, de salud, siguen a sus anchas bajo la complacencia de la sociedad y generando tanto enormes ingresos como miles de muertes evitables. Ahí están, avalados por los estados y el grueso de la humanidad, el tabaquismo y el alcoholismo, dos elementos de gran volumen en la economía del planeta, legalizados y legitimados a niveles increíbles, lenta y paulatinamente enquistados en la vida diaria, a la vista de todos y sin ninguna discusión de fondo que los ponga el mismo o más alto nivel de peligro para la humanidad. No más ayer se divulgó esta cifra aterradora: han muerto 50 millones de personas (poco más que la población total de un país como Colombia) en la primera década del siglo XXI por enfermedades relacionadas directamente con el consumo de cigarrillos, y se estima que otras 600 mil personas, no fumadoras o como se les denomina “fumadoras pasivas” han fallecido por estar expuestos al humo de quienes aspiraban a su lado (sus padres, esposos o cualquiera otro cercano en su entorno). El 20 % de la población mundial fuma cigarrillos, es decir más de 1.000 millones de personas en todo el planeta, de las cuales 800 son hombres y 200 millones mujeres Los expertos han dicho que lo más difícil de enfrentar son las tácticas intimidatorias de una industria del tabaco que, de manera incesante, trata de impedir los esfuerzos de quienes persisten en advertir al mundo acerca de estos evidentes peligros. Es por ello conocido que las compañías tabacaleras se cuentan entre las más rentables del mundo y eso se debe, en parte, a su habilidad para socavar y eludir las regulaciones que han adoptado diferentes países. Atérrense aún más: si se mantienen las tasas actuales de consumo de productos de tabaco y de propagación del hábito entre los niños y jóvenes, este siglo terminará con más de 1.000 millones de personas muertas debido a la práctica de fumar. Ahí están los datos ya comprobados: cáncer; enfermedades respiratorias, cardiovasculares y digestivas; diabetes, infecciones de las vías respiratorias tuberculosis son las enfermedades que provoca el mortífero humo. Pero todo se limita a un mortal negocio: el tabaco se cultiva en 124 países y ocupa 3,8 millones de hectáreas de tierras agrícolas; China cultiva el 43 % del tabaco del mundo; los gobiernos recaudan casi 133 mil millones de dólares cada año (más de 240 billones de pesos) en impuestos sobre el tabaco, pero gastan menos de mil millones de dólares en campañas de educación para la salud y en medidas para el control de su consumo. Fumando se espera la muerte, es el axioma de hoy.