Editorial – La tierra primero

Como no podía ser de otra manera, considerando que ahí ha estado y está la raíz de toda la espiral de violencia que nos carcome como colombianos desde finales Como no podía ser de otra manera, considerando que ahí ha estado y está la raíz de toda la espiral de violencia que nos carcome como colombianos desde finales de los años 40, es decir desde hace más de seis décadas, el Gobierno y las Farc han acordado que el primer y vital punto de las negociaciones instaladas la semana pasada oficialmente en Oslo, Noruega, será el desarrollo agrario integral. El tema suscitará grandes debates y constituye el eje de todos los conflictos. La propiedad de las fincas ha sido el detonador de los primeros disparos y desactivarlo desde la entrada genera un amplio espacio para discutir el resto de los puntos señalados. Acortar las brechas sociales entre lo rural y lo urbano, constituye un punto de partida para poder hablar de un verdadero desarrollo rural integral, independiente de que sea durante las negociaciones de paz, como lo explicó Rafael Mejía, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC). La relación campo-ciudad está en crisis: un campo desprotegido, desestimulado, convertido en escenario de guerra y en total abandono abrirá un debate que no será fácil, pero que será clave. Los campesinos, cada vez menos en número pero cada día más necesarios para la seguridad alimentaria y la soberanía de producción propia que requerimos, van ahora en lugar preferencial en este nuevo, y quizá último, intento de detener una guerra interna cuyos primeros síntomas nacieron en los años 30 cuando unos fueron desplazados de sus parcelas por otros, al son de mensajes incendiarios de políticos insensatos. Será el campo, y la producción de la comida nuestra que poco nos importa pero harto difícil es crearla, el que defina la ruta siguiente de este naciente proceso, y sobre él penderá que se pase a discutir los otros temas: el papel de la oposición política con garantías plenas, el mismo fin del conflicto, el narcotráfico como gran combustible de esta interminable masacre, y las víctimas, sobre todo las víctimas, como lo señaló con énfasis el jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle. Y en medio de los discursos de instalación vale resaltar, además del papel preponderante de la tierra, que habrá mecanismos para que los ciudadanos contribuyan con propuestas, y mecanismos de refrendación final de los acuerdos. Campo y ciudadanía, o tierra y pueblo, marcarán el sendero de reconciliación.

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