El drama por el que atraviesan los campesinos de 20 veredas de Baraya que decidieron venir a protestar a las oficinas del Invías, evidencia el olvido del que son objeto. No tienen un sitio dónde hacer sus necesidades fisiológicas, tuvieron que dejar sus parcelas y los pocos animales solos. El drama por el que atraviesan los campesinos de 20 veredas de Baraya que decidieron venir a protestar a las oficinas del Invías, evidencia el olvido del que son objeto. No tienen un sitio dónde hacer sus necesidades fisiológicas, tuvieron que dejar sus parcelas y los pocos animales solos. FERNANDO POLO C. LA NACIÓN, NEIVA Sin agua, sin baños, sin un lugar cómodo dónde dormir y pensando qué pasará con sus parcelas y animales que tuvieron que dejar abandonados para poder venir a exigir que les arreglen las vías, están los campesinos de 20 veredas de Baraya que se encuentran apostados a las afueras del Invías. Son personas que sólo saben trabajar la tierra y cuando no están en ella se sienten desamparados. El clima les ha pegado tan duro que es común verlos en pantalonetas y sin camisa buscando la mejor sombra para hacerle el quite al sofocante calor. Personas de buen corazón se acercan al lugar y les dejan víveres, ellos los reciben con timidez porque no es su costumbre. “Estamos enseñados a trabajar y conseguir las cosas, lo que hay en el ‘rancho’ es de uno y puede disponer como quiera, por aquí si no se tiene plata no se hace nada”, comenta en voz alta Elizabeth Burgos, una habitante de la vereda Las Perlas, que dejó su parcela para venir con su esposo a reclamar que les arreglen las vías. “Yo vivo en una parcela de la vereda Las Perlas con mi esposo y mis dos hijos. Allá sembramos papa, lulo, fríjol, tomate de árbol, curuba y ahora último pusimos unos palos de café. Tuvimos que venirnos a protestar porque ya nada de eso podemos sacar. De la casa al lugar hasta donde llega la ‘chiva’ hay tres horas a lomo de mula, pero es que ya ni la mula puede pasar. Cuando la carretera estaba buena no era sino sacar las canastas al frente y ya en tres o cuatro horas estaba uno aquí en Neiva vendiendo. Sabíamos que por aquí la cosa no es fácil, pero no tenemos otro camino que coger, estamos bregando por todo, me traje un fogón a gasolina a ver si me sirve para cocinar algo de comer”, anota mientras trata de armar el fogón. Desplazados Sandra Patricia Velázquez es una neivana de 34 años que se casó muy joven y se fue a vivir a la vereda La Libertad. Con su esposo lograron formar una finca. Ha visto cómo varias familias lo abandonan todo y se van a la ciudad. Se unió a la protesta pero no sabía lo que iba a padecer. “Me ha tocado muy duro porque tengo dos niños pequeños y aquí no pueden permanecer, los dejo donde una amiga y ella me los trae por ratos para vernos, ellos todavía no entienden por qué estamos por acá y me convidan para la casa. Yo también estoy muy incomoda porque no tenemos dónde hacer nuestras necesidades, afortunadamente el Colegio Utrahuilca nos prestó los baños pero podemos ir sólo de noche, porque de día hay alumnos y no los podemos ocupar, la mayoría no nos podemos duchar y nos toca aguantarnos las ganas todo el día. Pero no interesa, nos vamos a quedar el tiempo que sea necesario porque sino conseguimos que nos arreglen las vías, podemos perder lo poco que nos queda”, aclara Sandra Patricia. El Clima Aníbal Rodríguez no aguantó más el calor y decidió quedar sólo en pantalonetas, aunque no es su costumbre lo hace para poder soportar el clima. “Me da tristeza y rabia que el mismo gobierno nos esté desplazando, tenemos derecho a las vías y a educación para nuestros hijos, no sólo a pagar impuestos; tengo que hacer esto porque si no puedo sacar las cosechas el banco se va a quedar con la finca, llevo dos años que no puedo comercializar con fundamento y tengo dos obligaciones con el banco”, expresa el labriego. A pesar de las incomodidades y las inclemencias del clima, dicen que están dispuestos a permanecer el tiempo que sea necesario para que les den una solución. En la mañana de ayer el carro de bomberos les llevó agua y algunos supermercados les donaron víveres. Fotos Fernando Polo. Los campesinos de Baraya a pesar del calvario que están pasando, se mantienen firmes en su propósito de conseguir el arreglo de las vías. Aníbal Rodríguez decidió venir a reclamar porque tiene dos obligaciones con el banco y está a punto de perder su finca. Sandra Patricia Velásquez tiene que ver a sus hijos por ratos porque no pueden permanecer con ella en la protesta.