DAMASCO (AFP) – Los países musulmanes suspendieron a Siria de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) para aislar simbólicamente al gobierno de Bashar al Asad, aunque la violencia no cesa y sigue provocando la salida de refugiados. DAMASCO (AFP) – Los países musulmanes suspendieron a Siria de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) para aislar simbólicamente al gobierno de Bashar al Asad, aunque la violencia no cesa y sigue provocando la salida de refugiados. Reunidos en La Meca, en Arabia Saudita, los dirigentes del mundo musulmán se pusieron de acuerdo en la “necesidad de poner fin inmediatamente a la violencia en Siria y suspender a este país de la OCI”, según el comunicado final. Irán, un sólido aliado de Siria, fue el único de los 57 miembros de la OCI que rechazó la suspensión, y la tildó de injusta. La prensa siria acusó a la organización panislámica de servir “el proyecto de Occidente y sus lacayos en la región, que quieren provocar la caída del Estado sirio y un conflicto confesional”. Estados Unidos saludó la iniciativa como una señal del “creciente aislamiento del régimen de Bashar al Asad y de la magnitud del apoyo al pueblo sirio y a su lucha por un Estado democrático”. Sobre el terreno, los insurgentes y las fuerzas armadas combatían por el control de Alepo, la gran ciudad del norte del país, escenario de una batalla desde hace casi un mes. Los bombardeos del ejército dejaron 18 muertos, y ocho soldados murieron en tiroteos, según el opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH). El OSDH dio parte este jueves de combates y bombardeos en otros puntos de Siria, con un saldo de 70 muertos, entre ellos 42 civiles. El balance de la jornada, según la misma fuente, fue de 172 muertos. La violencia en Siria, que se ha cobrado más de 23.000 muertos en 17 meses según el OSDH, suscita cada vez más temores de que el conflicto se extienda al vecino Líbano. En este país, que funciona en base a un delicado equilibrio confesional, decenas de sirios fueron secuestrados por hombres armados chiitas, que reclaman la liberación de algunos de sus correligionarios libaneses capturados en Siria. A nivel diplomático, el Consejo de Seguridad de la ONU decidió este jueves poner fin a su misión de observadores en Siria, cuyo mandato expira este domingo. El cometido de esos observadores era vigilar un alto el fuego promovido por el emisario internacional Kofi Annan, que entró en vigor oficialmente el 12 de abril pero no fue cumplido un solo día. Pocas horas antes, China instó a las partes beligerantes a pactar un alto el fuego y a entablar un diálogo político para acabar con la violencia. Y Rusia, aliada de Damasco, pidió a las potencias internacionales junto a Arabia Saudita e Irán lanzar un llamado al gobierno sirio y los rebeldes para poner fin a su conflicto. Crisis humanitaria En Damasco, el presidente sirio hizo una remodelación ministerial, nombrando a tres nuevos titulares en las carteras de Salud, Industria y Justicia, de acuerdo con la televisión oficial, que se abstuvo de precisar los motivos. Por su lado, durante su gira por la región, el ministro francés de Relaciones Exteriores Laurent Fabius llegó a Beirut, donde se negó a comprometerse con la entrega de armas que piden los rebeldes. El canciller dijo que en la crisis siria “está el aspecto militar, que es un asunto de los sirios”. En el plano humanitario, cientos de personas echaron a andar hacia Turquía tras el bombardeo aéreo contra Azaz, una ciudad rebelde de 70.000 habitantes cercana de la frontera turca. El ataque destruyó unas diez casas, según constató un periodista de la AFP. La organización Human Rights Watch, que también acudió a la zona, contó más de 40 muertos. Una fuente oficial turca señaló que un centenar de víctimas estaban siendo atendidas en Turquía, y que 15 de ellas murieron. La responsable humanitaria de la ONU, Valérie Amos, reclamó durante una visita a Damasco un mejor acceso a las personas necesitadas, que se estiman en más de dos millones. “La gente está aquí atrapada, las panaderías están cerradas y no queda comida”, explicó a la AFP un insurgente del Ejército Sirio Libre encargado de distribuir víveres en Alepo.