En sectores populares de Garzón y otros municipios el mal estado de las vías, la vivienda y la falta de servicios de salud son los principales rigores. En un sector de Los Comuneros viven cuatro adultos en estado deplorable. En sectores populares de Garzón y otros municipios el mal estado de las vías, la vivienda y la falta de servicios de salud son los principales rigores. En un sector de Los Comuneros viven cuatro adultos en estado deplorable. HUMBERTO SOSA SIMBAQUEVA LA NACION, GARZON Las pésimas condiciones en que viven varias personas en situación de discapacidad han llevado a las comunidades a pedir la cooperación del Estado para poder superar los inconvenientes que cotidianamente atraviesan. Es la dramática situación por la cual pasan estos seres humanos, quienes pagan con dolor alguna equivocación, están prostrados en sillas de ruedas, otros a duras penas tienen un asiento para medio sostenerse, y los que se encuentran tendidos en cuatro tablas. En el municipio de Garzón son cerca de tres mil discapacitados que esperan una ayuda de cualquier institución o del gobierno para superar sus inconvenientes. Aunque de estos son muchos los que viven en sectores abandonados o alejados, llama poderosamente la atención el grado en que están cuatro de ellos que los separa solo una cuadra en uno de los sectores populares mas alejado como es el bario Los Comuneros. La parte alta de este barrio circundado por la quebrada en su parte baja y rodeado a veces por el hampa, que ha sido contrarrestada por la misma comunidad liderando proyectos y formas diferentes de vida. Y es que 31 años después de haber sido fundado el sector, estas personas padecen no solo su discapacidad total, sino también la indiferencia de un Estado que no ha sido capaz de brindarles los mínimos servicios de salud. Los dramas personales Jesús García es el caso más duro. Hace 27 años fue atacado y desde entonces una bala perdida le acabó sueños, esperanzas y fuerzas para trabajar. Hoy postrado en una silla sin movimientos en una pierna completamente, no encuentra sino la ayuda y solidaridad de sus vecinos para sacarlo cargado, por la calle faldeada, hasta encontrar pavimento y ser llevado, empujado, en medio del dolor. “Esto es muy duro, lo único es que ojalá el alcalde Delio González nos cemente la calle para tener un alivio y alguien nos de la mano con alguna medicina para el dolor”, dice desconsolado. A su lado, bajando en la pedregosa y empinada calle, está María del Carmen Muñoz. Prácticamente toda su vida ha vivido en Los Comuneros, se conoce la historia del barrio, pero las el mal estado de las calles a sus 85 años, más la han prostrado en su humilde casa. “Por aquí no puede uno caminar, las piedras, la arena, el barrio también cuando llueve, nos hace caer y estoy muy enferma esperando cuando me toca ir a donde Dios me llame. Pero vivimos muy tristes por el abandono que estamos. Sino mejorarán las calles sería mucho mejor así no nos den de comer, porque medio caminamos”. El otro caso desgarra a uno y lo muestra la presidenta de la Junta Comunal, Zenaida Ardila, es el de Isaías Avilés. Un atentado con arena de fuego lo dejó parapléjico. Desde hace ocho años vive su drama, en una silla de ruedas, ya casi corroída por el abandono y la falta de cambio. Mientras se asoma a la puerta con tristeza muestra el pedrero que le toca soportar pensando que se caiga cuando tiene que salir a buscar médico. “Los vecinos me hacen gavilla y me sacan, con la ayuda de mi esposa y la niña que está creciendo, pero esto es muy doloroso, no contar con apoyo del Gobierno para uno superarse. El que ya vino fue el alcalde y el concejal Osser Campos y parece que al fin van a cementar las calles. Eso será lo mejor, porque podemos salir sin necesidad que nos saquen de la silla y bajar sin tantos inconvenientes, mientras Dios se acuerda de mi”. En la esquina, vigilante de la parte baja, está José Antonio Gaspar, un joven que hace diez años era uno de los más activos deportistas, pero una caída le truncó no solo el deporte que practicaba en banquitas: fútbol, microfútbol y otros, sino que de paso quedó postrado a una silla. “Aquí estamos, Dios nos ha puesto esta prueba, y he tratado de superarla, tengo esta tiendita con mis dos hijos y la familia, pero lo que duele es la salida como lo manifiestan todos los que viven como yo. Necesitamos pavimentadas las vías y así poder rodar sin inconvenientes, ya hubo una reunión y queremos que llegue el progreso y nuestra ayudita”, dice optimista. Son cuatro casos diferentes, pero todos con un solo dolor, tragedia y drama que los une en un barrio igual que espera la mano y la solidaridad, no de su vecinos que los tienen a lo bien, sino de un Estado indiferente con las personas en situación de discapacidad. Fotos Humberto Sosa S. El desconsuelo y la desesperanza, junto a la discapacidad, llevan a Jesús García a reclamar atención del Estado. Por la empinada y descompuesta vía tienen que movilizar a Isaías Avilés. José Antonio Gaspar, discapacitado y a la expectativa del apoyo ciudadano. Cansada y con el peso de los años, la enfermedad y el abandono está María del Carmen Muñoz