Adiós al “Pipa”

Se nos ha ido otro de los grandes maestros de nuestra música autóctona, de esa que llevamos en la sangre y el corazón como opitas, de aquella que no ha cedido a las tentaciones comerciales y ha conservado todas sus características raizales. Se nos ha ido otro de los grandes maestros de nuestra música autóctona, de esa que llevamos en la sangre y el corazón como opitas, de aquella que no ha cedido a las tentaciones comerciales y ha conservado todas sus características raizales. Un hombre que aportó enormes granos de arena a la conservación de la cultura propia a través de bambucos, pasillos, guabinas y cumbias, éste último ritmo no propio de las cumbres andinas y de los valles del Alto Magdalena pero sí esencial en la identidad nacional; se nos ha ido Luis Carlos “El Pipa” Prada, a la generosa edad de 93 años dejando un enorme legado de amor por la tierra mediante composiciones que le cantaron a esta vida parroquial y taciturna pero a la vez alegre, con picaresca y sentido positivo de la vida. Al igual que la mayor parte de sus colegas, con contadas excepciones, “El Pipa” Prada debió desarrollar otras actividades, esas sí comerciales, para sostener y ver crecer a su familia, como mecánico y empresario de talleres, con lo cual la música era más un asunto de mística que de negocio. Nacido en Neiva el 6 de agosto de 1920, deja nueve hijos de su matrimonio con María Elena Farfán; muy temprano, en la década de los años 40 se despertó su vocación musical con la cumbia Mitología huilense, que fue grabada en acetato inicialmente por el Trío Huilense y luego por distintas bandas y orquestas. En su primera época como músico fue cantante de la Orquesta Iberia y luego de la Orquesta del Chato Barrera, como saxofonista y cantante. Nos deja “El Pipa” composiciones como Ojazos, Mis canciones, Amor callado y Laguna del Juncal, y homenajes a su ciudad natal con Neivana y Neivanita. Así, los grandes maestros de nuestra música van dejando para la posteridad las mejores demostraciones de su amor a la tierra; unos se van y otros aún nos acompañan: Jorge Villamil Cordovez, Anselmo Durán Plazas, Luis Alberto Osorio, José Ignacio “Papi” Tovar, Jairo Beltrán Tovar, Álvaro Córdoba Farfán,  Carlos Enrique Cortés, Luciano Diaz, Guillermo Calderón, José Miller Trujillo, Cantalicio Rojas, José Ignacio Olave, todos ellos y otros más de no menor productividad artística son ejemplo palpable de que el Huila es tierra fecunda para las más elevadas manifestaciones de la cultura humana, pero sobre todo que la perdurabilidad de esta música propia no sería posible sin maestros como ellos. Seguramente las nuevas generaciones poco o nada sabrán de la historia terrígena, inundados y absortos como viven recibiendo verdaderos huracanes de aires extraños y de poco valor musical como las excesivas dosis de reguetón. El adiós del “Pipa” Prada debería servirnos de motivo para reflexionar acerca del pobre papel que hoy desempeñan los medios de comunicación radiales en conservación de nuestras raíces. ¿Alguna emisora habrá hecho sonar, por lo menos hoy, algunas de las canciones que Prada nos legó? Que toda esa herencia del “Pipa” y demás maestros no se hundan en el imperdonable olvido. “Los grandes maestros de nuestra música van dejando para la posteridad las mejores demostraciones de su amor a la tierra”. EDITORIALITO Tres meses después de la avalancha registrada en el caserío Villa del Prado en Isnos, con un alto número de damnificados, los efectos de la tragedia siguen vivos. Ningún esfuerzo de las autoridades para mitigar los daños. La comunidad no debe seguir viviendo en el olvido, mientras padecen las consecuencias del desastre.