Ha partido uno de los grandes de la música nacional, de la auténticamente nuestra, de esa música que nace del corazón alegre, sincero y a la vez ingenuo del sentir campesino. Ha partido uno de los grandes de la música nacional, de la auténticamente nuestra, de esa música que nace del corazón alegre, sincero y a la vez ingenuo del sentir campesino. Lizardo Díaz Muñoz, nacido en Baraya el 29 de enero de 1928, se va a la eternidad dejando la más honda huella en varias generaciones gracias al dueto cómico musical que conformó por más de 40 años con el compadre Jorge Ezequiel Ramírez. Pero no eran Lizardo y Jorge sino “Emeterio y Felipe, Los Tolimenses”, como los bautizó el periodista y productor artístico Álvaro Monroy Guzmán el 13 de junio de 1954, cuando tuvieron el histórico honor de ser los primeros en salir al aire en la televisión colombiana que nació ese día; como lo decía Lizardo, fue extraño porque los escogieron por encima de duetos famosos como Garzón y Collazos, Espinosa y Bedoya, Ríos y Macías, Obdulio y Julián “y por encima de todos esos vergajos, nos llamaron a nosotros”. Emeterio y Felipe, Jorge y Lizardo, harán pareja en la eternidad; Jorge Ezequiel, ibaguereño, murió hace 11 años en la ciudad que lo vio nacer, Ibagué; Lizardo se ha ido antes de ayer tras una prolongada enfermedad que no bastó para quitarle su chispa, buen humor y apego a una hermosa familia que conformó desde cuando ella era una joven bailarina, luego reconocida gran actriz y cineasta neivana Raquel Ércole. Fueron realmente colombianos en su música y su percepción de la vida dicharachera, típicos campesinos en su vestimenta y hondamente nuestros, de estas tierras cálidas del Huila y Tolima cuyos nativos llevamos en los genes y el corazón el apego a los sones de tamboras, guitarras, tiples y bandolas. Los Tolimenses nacieron con el país moderno, aquel que vio la televisión hace 58 años, y se mantuvieron vigentes por el país y numerosas naciones durante cuatro décadas con su mismo estilo desparpajado, inocente y fiestero vistiendo muleras, mochilas de fique, sombreros, alpargatas y rabo e’gallos sus distintivos. Y lo hicieron también divulgando las composiciones de otra de nuestras figuras cimeras, el médico Jorge Villamil Cordovez, con quien sellaron una alianza que duró más de 30 años Emeterio y Felipe tenían una rara simbiosis que los cobijaba. Mientras en el escenario Emeterio, Jorge, tenía el picante la chispa adecuada y ligeramente subida de tono, Felipe, Lizardo, era el ingenuo que se dejaba mamar gallo del compadre. Pero en sus vidas privadas se trastocaban los papeles: Lizardo era extrovertido, alegre por naturaleza, conversador y familiar; Jorge, en cambio, era solitario y melancólico, personalidad que sucumbió frente al alcohol al no resistir el dolor por la muerte de su madre. Al conocerse antenoche la muerte de Lizardo Díaz Muñoz, el país que los oyó o vio cantar durante casi toda la mitad del siglo XX ha hecho grandes reconocimientos y homenajes a esa prolífica carrera que también se reflejó en el cine como productor y actor al lado de Raquel y sus hijos. No es una frase de cajón: la música colombiana, la nuestra, está de luto.