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Retórica barata de un columnista, Por ALEXANDER MOLINA GUZMÁN

El domingo pasado en El Espectador, Héctor Abad Faciolince escribió una columna titulada “El suicidio como arma política”, El domingo pasado en El Espectador, Héctor Abad Faciolince escribió una columna titulada “El suicidio como arma política”, en la cual describe, en un reciente viaje que realizó por Madrid, España, lo eficaz que ha sido el suicidio de tres personas para que los banqueros, el Gobierno que los ayuda y los jueces españoles que ordenan desalojar sus viviendas se “conmuevan” y lo piensen dos veces antes de continuar quitándoles las viviendas a muchas personas que no tienen cómo seguirlas pagando, ante la crisis económica y financiera que sacude a España; efectivamente, tres personas se lanzaron de los balcones de las casas que habitaban pues iban a echarlos de allí. Este columnista no sólo ve estos actos de suicidio como más eficaces que cualquier otra protesta contra el infame sistema capitalista, sino más dignos; dijo que las marchas callejeras con todo y sus consignas son “pura retórica barata”; que lo más serio es “matarse por dignidad”. Pues bien, hay que decir que la retórica barata es la de él. Porque no es cierto que otras formas de protesta contra el sistema, sin necesidad que alguien se mate en un acto desesperado, sean ineficientes y una baratija. Existen muchas experiencias que indican que otras manifestaciones de protesta han resultado eficaces, y no hay que ir tan lejos para encontrarlas. Olvida al señor Faciolince, por ejemplo, que el movimiento estudiantil que impulsó la Séptima Papeleta, que a la postre produjo la Asamblea Constituyente que le dio vida a la Constitución de 1991, se manifestó sin actos suicidas y fue eficaz en su propósito. Asimismo, el columnista en mención expresó que esos actos de suicidio, que él aplaude, son “dignos” y no es así. Esos fueron actos desesperados de personas acorraladas por el sistema financiero y por los cuales el sistema puede sentir “dolor”, pero eso no quiere decir que no les van a seguir quitando las casas a la gente porque, ciertamente, ese dolor es falso. La dignidad tiene ver con el mérito que alguien pueda tener para merecer algo que lo exalte. Y por ningún motivo, uno puede aceptar que una persona se honre al perder la vida porque el sistema lo empuja desesperadamente a esto. Lo que estas personas merecen, por el solo hecho de ser personas, es que el sistema, precisamente, los trate con dignidad; es decir, que encuentren otras posibilidades de seguir teniendo sus casas, sin perder desesperadamente la vida en ese intento. Ahora, si el señor Faciolince le parecen “dignos” estos actos de suicido, él podría seguir ese camino en un acto de solidaridad por aquellos que lo hicieron.