Vivir la espiritualidad, Maritza Rocío López V.

La espiritualidad se considera como un sistema interno de creencias que genera el sentimiento de vivir con un sentido, constituye una guía que calma y ayuda, que estimula la esperanza.

La espiritualidad se considera como un sistema interno de creencias que genera el sentimiento de vivir con un sentido, constituye una guía que calma y ayuda, que estimula la esperanza.  Busca en el ser humano la  forma de vivir en paz consigo mismo, proporciona una serie de elementos que mejoran el bienestar individual, la consolidación de la familia, la convivencia humana, permite el reconocimiento del verdadero yo, su conexión con el mundo y las personas que le rodean.
Quien vive la espiritualidad se preocupada por aspectos relacionadas con el sentido de su vida, con la naturaleza del ser humano. Con frecuencia se cuestiona acerca de quién es realmente, de dónde viene, por qué esta aquí, cuál es misión o destino en la vida y qué puede encontrar tras la muerte.
La persona espiritual no se  pierde en lo aparente, vive libre de apegos, tiene la capacidad de fomentar conductas pro-sociales, de comprender a los demás, de entregar de manera generosa, de luchar contra  la discriminación, el odio, el abuso, de demostrar a través de los actos cotidianos amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fe, mansedumbre y templanza, características propias del carácter de Dios.
No cabe duda que la búsqueda de espiritualidad de formas distintas y en contextos culturales diversos, va en aumento. Vivir la espiritualidad constituye una necesidad que ayuda a ser más tolerantes, creativos, productivos y felices. Todos sin excepción  estamos llamados a ser espirituales y a vivir la auténtica vida espiritual.
La espiritualidad esta al alcance de todos, para vivirla no se tiene que hacer otra cosa que lo evidente, trascender a los demás, poner al servicio de quienes le rodean las capacidad y facultades espirituales relacionadas con los valores morales y éticos, como la inteligencia y la voluntad, para conocer y amar a Dios y a través de él, ser feliz y ayudar a ser felices a los demás.
Se debe escoger una espiritualidad que motive a mejorar, que permita controlar el ego, la vanidad, las falsas apariencias, la soberbia, el orgullo, que permite sobreponerse a la presión social y descubrir la belleza en las cosas simples de la vida y de reconocer el verdadero significado y la bondad de los valores cristianos, para vivir una vida plena y feliz.

La espiritualidad se considera como un sistema interno de creencias que genera el sentimiento de vivir con un sentido, constituye una guía que calma y ayuda, que estimula la esperanza.  Busca en el ser humano la  forma de vivir en paz consigo mismo, proporciona una serie de elementos que mejoran el bienestar individual, la consolidación de la familia, la convivencia humana, permite el reconocimiento del verdadero yo, su conexión con el mundo y las personas que le rodean. Quien vive la espiritualidad se preocupada por aspectos relacionadas con el sentido de su vida, con la naturaleza del ser humano. Con frecuencia se cuestiona acerca de quién es realmente, de dónde viene, por qué esta aquí, cuál es misión o destino en la vida y qué puede encontrar tras la muerte. La persona espiritual no se  pierde en lo aparente, vive libre de apegos, tiene la capacidad de fomentar conductas pro-sociales, de comprender a los demás, de entregar de manera generosa, de luchar contra  la discriminación, el odio, el abuso, de demostrar a través de los actos cotidianos amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fe, mansedumbre y templanza, características propias del carácter de Dios. No cabe duda que la búsqueda de espiritualidad de formas distintas y en contextos culturales diversos, va en aumento. Vivir la espiritualidad constituye una necesidad que ayuda a ser más tolerantes, creativos, productivos y felices. Todos sin excepción  estamos llamados a ser espirituales y a vivir la auténtica vida espiritual. La espiritualidad esta al alcance de todos, para vivirla no se tiene que hacer otra cosa que lo evidente, trascender a los demás, poner al servicio de quienes le rodean las capacidad y facultades espirituales relacionadas con los valores morales y éticos, como la inteligencia y la voluntad, para conocer y amar a Dios y a través de él, ser feliz y ayudar a ser felices a los demás. Se debe escoger una espiritualidad que motive a mejorar, que permita controlar el ego, la vanidad, las falsas apariencias, la soberbia, el orgullo, que permite sobreponerse a la presión social y descubrir la belleza en las cosas simples de la vida y de reconocer el verdadero significado y la bondad de los valores cristianos, para vivir una vida plena y feliz.

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